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El culto de la virgen de la Altagracia constituye una de las advocaciones fundamentales de la Madre de Dios en el imaginario sagrado del pueblo dominicano.
Los incendios devastadores que están arrasando Los Ángeles son un impactante ejemplo del inmenso poder destructivo de la naturaleza con la aceleración que le imprime el cambio climático inducido por la actividad humana.
No solo los pobres gritan. Grita también la Tierra, convertida en la Gran Pobre, despojada de sus bienes y servicios naturales limitados.
Mientras agonizaba el año 2024, en diciembre, publiqué tres artículos sobre lo que Hipólito Mejía Domínguez, expresidente, llamó microeconomía y “macoeconomía”. Resaltaban la desaparición de un tipo de negocio y el nacimiento de otro. Pulpería y colmadón.
En los años de mozalbete, cuando cruzábamos el puente de la niñez a la adolescencia, nos reuníamos un grupo de carajetes con la finalidad de intranquilizar a los transeúntes que caminaban por la acera principal de nuestra barriada, que era el albergue de los “lustradores de zapatos o limpia botas”, que hacían de la misma su centro de operación y producción.
A Matías, atrapado entre tantas angustias, lo salvaron las palabras. “Las palabras fueron siempre mi juguete favorito, aún más en Los Limones porque allí nunca llegó el futuro”, dice el personaje de la novela Número Ocho, de Farah Hallal
Pocas fechas como hoy 12 de enero permiten visibilizar este pedazo de isla que se ubica en el archipiélago de las Antillas: Haití
El día 12 de enero de 2010 a las 16:53:09 (hora local de Haití), un mortal terremoto sacudió este país caribeño, en particular, su capital Puerto Príncipe y alrededores: la tierra tembló en este pedazo de isla que una aplastante mayoría de hombres y mujeres negras, descendientes de esclavizados africanos, habían convertido en la primera república negra del mundo en 1804, hace más de dos décadas.
Ha llegado el momento de cerrar la cárcel de la base naval estadounidense en la bahía cubana de Guantánamo, donde sigue habiendo hombres detenidos lejos del territorio continental de Estados Unidos, en un infierno extrajudicial.
El gran observador y conocedor de los meandros de la psique humana C.G. Jung, dijo una vez que el viaje más largo no era a la Luna o a alguna estrella. Era rumbo al propio corazón. En él habitan ángeles y demonios, tendencias que pueden llevar a la locura y a la muerte así como energías que conducen al éxtasis y a la comunión con el Todo. ¿Cómo llegar a él y auscultar sus indicaciones?
Hay una pregunta nunca resuelta entre los pensadores de la condición humana: ¿cuál es la estructura de base del ser humano? Muchas son las escuelas de intérpretes, pero no es el momento de resumirlas.
Yendo directamente al asunto diría que, para mí, no es la razón como comunmente se afirma. Esta no es la primera que irrumpe en el proceso de la antropogénesis. El cerebro neocortex en su configuración actual, que responde por la racionalidad, irrumpió hace solo un millón de años. Mucho antes, hace 313 millones de años, surgió el cerebro reptiliano que responde por nuestros movimentos instintivos. Luego estaba el cerebro límbico, responsable de la sensibilidad, del afecto y del cuidado, surgido con los mamíferos hace 210 millones de años.
Por lo tanto, la razón actual es tardía y hunde sus raíces en los cerebros anteriores, especialmente en el límbico, portador de la ternura y el amor que florecen en nosotros. Somos antes mamíferos racionales que animales racionales.
El pensamiento occidental es logocéntrico. Dio centralidad a la razón. Puso el afecto bajo sospecha, con el pretexto de que perjudica la objetividad del conocimiento. La razón pura kantiana no existe. La razón, al estar incorporada, viene siempre impregnada de interés (J.Habermas), de emoción y de pasión, portanto está imbuida de cerebro límbico. Conocer es siempre un entrar, con todo lo que somos, en comunión con la realidad. De ese encuentro nace el conocimiento. La palabra francesa para conocer es etimológicamente rica: connaître: nacer juntos sujeto y objeto.
Más que ideas y visiones del mundo, son las pasiones, los sentimientos fuertes, las ideas-fuerza, las experiencias seminales y el amor o el odio lo que nos mueve y nos pone en marcha. Nos levantan, nos hacen afrontar peligros e incluso arriesgar la vida.
Lo que primero reacciona en nosotros es la inteligencia cordial, sensible y emocional. Esto lo demostró Daniel Goleman en su conocido libro Inteligencia Emocional (1995). Segundos después de la emoción, entra la razón. Pero en Occidente la razón ha sido absolutizada, como la única forma válida de entrar en contacto con lo real. Ocurrió algo que se ha exacerbado y ha perdido la justa medida: el racionalismo, que significa el totalitarismo de la razón. Este llegó a producir en algunos sectores humanos una especie de lobotomía, es decir, una completa insensibilidad ante el otro que es diferente y ante el sufrimiento humano y el de la Madre Tierra. Es lo que estamos presenciando en la Franja de Gaza, un genocidio, a cielo abierto, de muchos miles de niños asesinados por orden de un Primer Ministro israelí insensible y sin corazón.
Modernamente el afecto, el sentimiento y la pasión (pathos) están recuperando centralidad. Ese paso es hoy imperativo, pues solamente con la razón (logos) no podemos explicar las graves crisis por las que pasan la vida, la humanidad y la Tierra. La razón intelectual precisa integrar la inteligencia emocional sin la cual no construiremos una realidad social de rostro humano. Solo con el afecto nos acercamos a los demás. El afecto y el amor son los que nos hacen realmente humanos.
Sin embargo, hay un dato que conviene resaltar por por su relevancia y por la gran ascendencia de que goza: la estructura del deseo, que marca la psique humana. Partiendo de Aristóteles, pasando por san Agustín y por los medievales como san Buenaventura (llama a san Francisco vir desideriorum, hombre de deseos), culminando con Sigmund Freud y René Girard en tiempos más recientes, todos afirman la centralidad de la estructura deseante del ser humano.
El deseo no es un impulso cualquiera. Es un fuego interior que dinamiza y moviliza toda la vida psíquica. Por su naturaleza, el deseo no conoce límites. No queremos solo esto o aquello, queremos todo, hasta la eternidad, como observaba Nietzsche. Ese impulso irrefrenable da un carácter insaciable e infinito al proyecto humano.
El deseo hace dramática y, a veces, trágica la existencia. Pero también, cuando se realiza, aporta una felicidad sin igual. Por otro lado, produce una grave desilusión cuando el ser humano identifica una realidad finita como siendo el objeto que realiza su impulso infinito. Puede ser la persona amada, una profesión siempre ansiada, una propiedad, un viaje.
No pasa mucho tiempo y esas realidades deseadas y finitas le parecen insatisfactorias y solo hacen aumentar el vacío interior, grande, del tamaño de Dios. ¿Cómo salir de este impase intentando armonizar lo infinito del deseo con lo finito de toda realidad? Revolotear de un objeto finito a otro significa no encontrar descanso nunca. El ser humano tiene que plantearse seriamente la pregunta: ¿cuál es el verdadero y oscuro objeto adecuado a su deseo? Me atrevo a responder: es el Ser y no el ente, es el Todo y no la parte, es el Infinito y no lo finito, es Dios y no el mundo, por bueno que sea. Nuestra sed de infinito es el eco de un oscuro Infinito que nos llama. ¿Quién es?
Después de mucho peregrinar, el ser humano es llevado a hacer la experiencia del cor inquietum de san Agustín, el incansable hombre del deseo y el infatigable peregrino del Infinito. En su autobiografía, Las Confesiones afirma conconmovido sentimiento:
Tarde te amé, oh Belleza tan antigua y tan nueva. Tarde te amé. Tú me tocaste y yo ardo de deseo de tu paz. Mi corazón está inquieto hasta que descanse en ti(libro X, n.27).
Aquí tenemos el camino del deseo que busca y encuentra ese real y oscuro objeto siempre deseado, en el sueño y en la vigilia: el Infinito. Sólo el Infinito se adecúa al deseo infinito del ser humano. Sólo entonces termina el viaje más largo y comienza el sábado del descanso humano y divino. Es el descanso dinámico y la paz serena, frutos del viaje más largo y tormentoso rumbo al propio corazón.
*Leonardo Boff es teólogo y filósofo y ha escrito Tiempo de Trascendencia: el ser humano como proyecto infinito, Sal Terrae 2002; La justa medida: para equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2023.
Traducción de María José Gavito Milano
Ni tan siquiera los magistrados constitucionalistas imaginaron la magnitud del reperpero que provocó la Sentencia 788-24 del Tribunal Constitucional. Tampoco la batería de abogados contratados por Alberto Fiallo para defender el recurso de amparo.
El pastor Ezequiel Molina no fue sacado de contexto. El discurso, en su conjunto, es machista. También es cierto que plantea problemas sociales importantes: con frecuencia padres y madres deben trabajar largas y agotadoras jornadas para dar una vida digna a sus hijos; y nuestra sociedad promueve un materialismo desmesurado
Gente de todas partes del mundo ha estado viendo la taquillera película musical “Wicked” durante estas fiestas de fin de año. Basada en el musical homónimo de Broadway, “Wicked” actúa como una precuela de la película de 1939 “El mago de Oz” y presenta a la villana de esa obra cinematográfica, la Bruja Mala del Oeste, como una niña incomprendida y acosada que desafía a la autoridad y expone las malas acciones.