Desde el año 1982 se ha establecido el 17 de octubre como el “día internacional de la erradicación de la pobreza”. En 2020 contamos 38 años haciendo llamados y creando campañas que, si bien son importantes para mantener la mira en el centro del problema, no acaban de sembrar la necesidad de combatir la causa estructural: la generación de riqueza.
El pasado martes 13 abordé un autobús interurbano en Santo Domingo para regresar a Santiago. El día amaneció nuboso, pero fue disipándose a medida que corrían las horas. Los vientos alisios se diría que no soplaban, sino que acariciaban el paisaje. Pero antes de llegar a Piedra Blanca pensé, me sorprendí, me asusté, y dije en voz alta:
Según describe Javier Solana (ex Alto Representante del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea), la sede de la ONU antes de trasladarse a orillas del East River, en Nueva York, se encontraba entre 1946 y 1952, en un lugar donde floreció durante la Segunda Guerra Mundial una lucrativa fábrica de armamento.
La nueva encíclica del Papa Francisco, firmada sobre la sepultura de Francisco de Asís, en la ciudad de Asís, el día 3 de octubre, será un marco en la doctrina social de la Iglesia. Es amplia y detallada en su temática, buscando siempre sumar valores, hasta del liberalismo que él critica fuertemente. Ciertamente va a ser analizada en detalle por cristianos y no cristianos pues se dirige a todas las personas de buena voluntad.
La corrupción es criminal e inmoral, y representa la máxima traición a la confianza pública.Es aún más perjudicial en tiempos de crisis, como está ocurriendo ahora en el mundo con la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19).
Creo que, debido a mi avanzada edad y como acuciosa criatura humana, estoy divagando, indagando y continuamente analizando y sopesando entre lo que es bueno o malo.
A pesar del aislamiento, incertidumbre e inseguridad del momento en que vivimos, que a mi parece sin fin, estoy soñando con la estación de Adviento, Navidad y Epifanía, rememorando esas estaciones litúrgicas festivas cuando me deleitaba de manera especial en mi niñez y adolescencia, aun siendo período de la dictadura de Trujillo y de penuria económica en el “tiempo muerto” de los ingenios.
El lunes, cuando el presidente Donald Trump atravesaba las puertas doradas del hospital Walter Reed tras su internación para recibir tratamiento contra la COVID-19, un periodista gritó: “¿Cuántos miembros de su personal están enfermos?… ¿Cree que podría ser un supercontagiador, señor presidente?”.
Finalmente, buscando radicalidad nos preguntamos: ¿ cómo ve la teología cristiana esta cuestión de una eventual extinción de la especie humana?
De buenas intenciones está el infierno lleno. El refrán le cae como anillo al dedo a unos cuantos funcionarios designados en el nuevo gobierno. Trazaron su lista de objetivos y aspiraciones, colmados de buenas ganas y de buena ley. Pero en el proceso de su instalación unos se sienten agobiados, confundidos por el cúmulo de cosas que trae aparejado el cargo.
II- Un hecho que ha impulsado a muchos científicos, especialmente biólogos y astrofísicos, a hablar del eventual colapso de la especie humana es el carácter exponencial de la población. La humanidad necesitó un millón de años para alcanzar en 1850 mil millones de personas. Los espacios temporales entre un crecimiento tal y otro del mismo tamaño disminuyen cada vez más.
I- La irrupción de la Covid-19 afectando por primera vez a todo el planeta y causando verdadera mortandad humana, que puede llegar a millones de víctimas antes de que se descubra y se aplique una vacuna eficaz, plantea ineludiblemente la pregunta: ¿puede la especie homo, la especie humana desaparecer?
Este es un asunto que llama la atención para motivar una reflexión sobre virtudes y debilidades humanas; pues, a diario y continuamente, oímos, leemos o sabemos de informaciones de las virtudes y las debilidades humanas en el país y en el mundo.














