Enero 2021 puede ser considerado como la ventana del arca de Noé. Esto es así, ya que las Santas Escrituras en Génesis 8:6, dice: “Después de cuarenta días del diluvio, Noé abrió la ventana del arca” para ver si la tierra estaba en condición, para que él, su familia, los animales, aves y las otras especies vivientes, podrían retornar a su hábitat y renovar sus propias y usuales las actividades de vida.
La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, vetó el proyecto de Ley de Autorización de Defensa Nacional, que establece el presupuesto anual del Pentágono, y generó un gran malestar en el Congreso.
Iniciamos la vacunación. Será una larga transición hasta controlar la pandemia. Un proceso en el que iremos recobrando el pulso de la vida. Pero una vida distinta de la que dejamos atrás, aunque lo esencial se preserve porque es lo que nos hace humanos: el amor, la familia, nuestras relaciones, el instinto de supervivencia, el deseo de vivir.
En Occidente, los fines de año suelen discurrir con una esperanza fundada en esa convicción judeocristiana de que al final todo será mejor. El año que termina ha discurrido en medio de una terrible pandemia y, por tanto, el que inicia lo esperamos con angustias y aterradores presagios, como ha sucedido al final de determinados siglos o milenios.
En Occidente, los fines de año suelen discurrir con una esperanza fundada en esa convicción judeocristiana de que al final todo será mejor.El año que termina ha discurrido en medio de una terrible pandemia y, por tanto, el que inicia lo esperamos con angustias y aterradores presagios, como ha sucedido al final de determinados siglos o milenios.
El primer artículo que escribí sobre COVID-19, publicado el 25 de marzo pasado, lo titulé: “El desafío es sobrevivir”. Hoy, al concluir el 2020, el desafío sigue siendo el mismo, a pesar del cansancio de la gente con el toque de queda, con las restricciones de encuentros y las mascarillas, y a pesar de que las vacunas generan cierta esperanza.
Toda la humanidad debe ser convocada a una renovación de la esperanza, con firmes propósitos de enmiendas, en la aurora del 2021, después de un año terrible que nos deja sumidos en la peor crisis de salubridad, con repercusiones económicas y sociales que aún no podemos predecir en toda su magnitud, pero que requerirá de varios años de esfuerzos infinitos para alcanzar la recuperación.
Se ha renovado la esperanza en el mundo por la elaboración y distribución de la vacuna anti Covid-19; ya ha comenzado a ser suministrada según las posibilidades y protocolo de las naciones.
Es lógico que un partido político haga suyo los intereses de las clases sociales y sectores de clase que alimentan la producción nacional. Eso resulta evidente en las agrupaciones políticas de todas las épocas, todas las culturas y de todas partes.
El hemisferio norte acaba de atravesar el solsticio de invierno, el día más corto y oscuro del año, pero es probable que los días más oscuros de la pandemia de coronavirus aún estén por llegar.
La pregunta me martilla la mente cada vez que pienso en la suerte del país. Por ello concentré todos mis sentidos al escuchar al Presidente Abinader, en su alocución del 09 diciembre 2020, decir: “No es que estemos cambiando, es que ya hemos cambiado”.
Se está despidiendo 2020, un año difícil para la humanidad y, en particular, para las personas, familias y poblaciones más vulnerables, debido a los efectos mundiales del COVID-19. A finales de este año, ¿qué lecciones de vida podríamos sacar, para nuestro mundo, de este complejo contexto de la pandemia mundial?
Han pasado cinco años desde que se firmó el Acuerdo de París sobre Cambio Climático. Este acuerdo, firmado por la mayoría de los países del mundo, estableció un plan totalmente voluntario e inexigible para evitar el caos climático global.













