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Hace unos días, un devoto religioso mantuvo una conversación con una persona no creyente, trataba de motivarle a creer en Dios. El otro individuo del diálogo decía que no cree en Dios, porque nunca lo ha visto y tiene que verlo para saber que realmente existe y así, tal vez, creer en ese ser a quien algunos le rinden culto de adoración.
Muchos lo han visto claramente: después del coronavirus, ya no va a ser posible continuar el proyecto del capitalismo como modo de producción, ni del neoliberalismo como su expresión política. El capitalismo sólo es bueno para los ricos; para el resto es un purgatorio o un infierno, y para la naturaleza, una guerra sin tregua.
Esta semana se cumplieron 50 años de la primer manifestación por el Día de la Tierra y la humanidad celebró este hito en el contexto de un confinamiento mundial, mientras la furia de la naturaleza se abre paso a través de una de las partículas de vida más pequeñas que se conocen, el nuevo coronavirus.
Olvidado durante décadas, nadie pudo imaginar que el jabón de cuaba iba a reivindicarse así mismo, gracias a la desgracia del coronavirus. Los lectores dominicanos que pasan de los 40 años recordarán el anuncio de jabón Hispano, donde el sucio era representado por un muñeco inmundo, peludo y sin peinar, montado en un avión de Dominicana de Aviación, y cuyo estribillo decía “Se va, se va, el sucio se va”.
Luis Abinader, candidato del PRM a la Presidencia de la República, dada la crisis sanitaria desatada por el coronavirus en el planeta, gestionó 26 ambulancias para donarlas a igual número de ayuntamientos.
El Dr. Armen Henderson es médico y profesor adjunto en la Carrera de Medicina de la Universidad de Miami. Además de su trabajo clínico, el Dr. Henderson realiza pruebas de detección de Covid-19 a personas en situación de calle, como parte de un grupo de voluntarios.
No lo imaginábamos. Nadie. Y aún nos parece una pesadilla de la que vamos a despertar con el alba. Claro que se acabará, algún día. Cuanto más ayudemos todos, antes se acabará. Esto incluye a todos los que aprovechan indecentemente la tragedia para aventajar sus intereses. Aparquemos nuestras diferencias aunque luego arreglemos cuentas.
Vivimos tiempos dramáticos bajo el ataque del coronavirus, una especie de guerra contra un enemigo invisible, contra el cual todo el arsenal destructivo de armas nucleares, químicas y biológicas fabricadas por los poderes militaristas son totalmente inútiles e incluso ridículas. El Micro (virus) está derrotando a lo Macro (nosotros).
Después de pasar la cumbre del siniestro de coronavirus y llegar a nivel de condición moderada o conclusión de la funesta pandemia en el globo terráqueo, el mundo no será igual en numerosos aspectos.
A raíz de la recién crisis sanitaria que afecta todo el orbe donde nuestro país no es la excepción se ha presentado una discusión sobre la viabilidad o no de que los trabajadores reciban partes de sus fondos acumulados en sus cuentas de capitalización individual (CCI) en manos de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP)..
¿Cómo celebrar la pascua, la victoria de la vida sobre la muerte, y más aún, la irrupción del ser humano nuevo, en el contexto de un viernes santo de pasión, dolor y muerte, que no sabemos cuándo termina, bajo el ataque del coronavirus sin distinción a toda la humanidad?
La pandemia del coronavirus nos obliga a todos a pensar: ¿qué es lo que cuenta verdaderamente, la vida o los bienes materiales? ¿El individualismo de cada uno para sí, de espaldas a los demás, o la solidaridad de los unos con los otros?
Quedarse en casa resulta difícil para mucha gente. Excepto las personas dedicadas a la economía informal, aquellos espíritus de Dios que buscan el moro del día en las calles. Porque el adjetivo, entonces, no sería difícil, si no trágico. Y de tragedias que rompen el alma están llenas la prensa y las redes sociales.