El peso de la historia se está sintiendo en Estados Unidos, donde masivas manifestaciones de protesta están haciéndole frente al duradero impacto del racismo sistémico.
En estos días la mente se nos va pensando un montón de cosas, preocupándonos y ocupándonos, entendiendo y calmando ansiedades, elaborando ideas. El pasado 15 de mayo, para mi paz mental y espiritual, miré datos, escuché testimonios y desembarqué mis cavilaciones en este escrito.
La gran mayoría está cumpliendo las recomendaciones oficiales acerca de las reuniones sociales, evitando así la difusión de la Covid-19. Se puede hacer muchas cosas en este recogimiento forzado: una revisión de vida; pensar qué lecciones sacar para el futuro, cómo cambiar para mejor; ver una película, etc.
Se necesita una renovación a todos los niveles sociales del pueblo y para esto hay que esforzarse, luchar y mantener disciplina en todos los ámbitos y niveles del conglomerado nacional.
Recientemente se realizó una manifestación de un grupo de personas y movimientos a favor de los derechos humanos en solidaridad con las manifestaciones de protestas que se han realizado en muchos países contra el asesinato de George Floyd a manos de policías en Estados Unidos y contra el racismo.
“La eliminación de la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente”, afirmó alguna vez Nelson Mandela, quizá el máximo abanderado de la lucha del género humano por la libertad, la igualdad y las garantías fundamentales en general.
Siempre me he preguntado, ¿Por qué hay discrepancias, conflictos y guerras continuamente en el mundo? He llegado a saber sin comprender, que hay siempre, desde el comienzo de la misma existencia, discordias, luchas por el poder y conflagraciones en el mundo, en el cosmos creado y sostenido por Dios a quien consideramos omnipotente y todopoderoso. Esto parece insólito e increíble, pero es una realidad.
Todos nos sentimos perdidos: investigadores, médicos y médicas, epidemiólogos, biólogos y todos los saberes que tenemos, ninguno conocemos el coronavirus, ni sabemos cómo hacerle frente eficazmente con una vacuna. Ojalá no sea lo que algunos biólogos temen desde hace mucho: el NBO (Next Big One), “el gordo”, el virus que hará desaparecer a la especie humana.
Las protestas contra la violencia policial en Estados Unidos, que ya llevan más de dos semanas ininterrumpidas, están comenzando a generar cambios.
Se dice que dos palabras son sinónimas cuando tienen significados iguales o parecidos. En el caso de las palabras debatir y discutir, aunque tienen significados que se solapan entre sí, en realidad, no significan exactamente lo mismo.
Altagracia García, una mulata de pelo lacio y nariz perfilada, acababa de planchar la última pieza de ropa en su apartamento de Nueva York cuando oyó el timbre de la puerta. Puso la plancha sobre la tabla y la desenchufó; se alisó el pelo con las manos y se reajustó la blusa mientras caminaba en dirección a la puerta y la abrió. Ahí estaba, sonriente, Ramón Taveras.
El miércoles por la tarde, Keith Ellison, primer fiscal general afroestadounidense de Minnesota, expresó en conferencia de prensa: “Estamos aquí hoy porque George Floyd no lo está. Debería estar aquí. Debería estar vivo, pero no lo está”.
El pasado lunes, Día de los Caídos en Estados Unidos, George Floyd suplicaba por su vida mientras Derek Chauvin, oficial de la policía de Minneapolis, le apretaba el cuello contra el pavimento con una de sus rodillas. “Por favor. Por favor.















