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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Les recomiendo leer este artículo escrito en Venezuela por el Rev. César Henríquez. Este es una lección ávida para los pastores, obispos y dirigentes políticos en nuestro país, aquellos que se alinean con líderes y partidos políticos  y de manera descarada predican y tratan de orientar/inducir a los miembros de sus Iglesias a votar por la persona o partido político de su predilección o motivados por planes de obtener ventajas materiales y/o económicas.  (Telésforo Isaac)

LA REALIDAD SOCIOPOLITICA DE ABYA YALA: ENTRE SATANÁS Y DIOS

VENEZUELA-

Rev. César Henríquez-

Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a que hiciera un censo de Israel. David dijo a Joab y a los jefes del ejército:

—Vayan, cuenten a los de Israel desde Beerseba hasta Dan, y tráiganme el número de ellos para que yo lo sepa.

1 Crónicas 21.1-2   (RVA-2015)

Volvió a encenderse el furor del SEÑOR contra Israel, e incitó a David contra ellos, diciendo: “Ve y haz el censo de Israel y de Judá”.

El rey dijo a Joab, jefe del ejército, que estaba con él:

—Por favor, recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz el censo del pueblo, para que yo sepa el número de la gente.

2 Samuel 24. 1-2 (RVA-2015)

El mapa socio político de Abya Yala se vuelve a sacudir abruptamente en las últimas semanas para dar paso a nuevos escenarios, nuevas confrontaciones, nuevos gobiernos, nuevos pronunciamientos y nuevos silencios: los niveles de conflictividad que se viven en Haití y de violación de DD.HH son tan grotescos como el silencio de la comunidad internacional;  el presidente de Brasil ha dado mucho de qué hablar por su abierta admiración a la dictadura que vivió su país y últimamente por sus erráticas declaraciones ante los voraces incendios que azotan la Amazonía;  el gobierno nicaragüense es acusado de reprimir las diversas protestas lideradas por la población estudiantil y perseguir a sus opositores; el presidente Lenin Moreno declaró estado de excepción en Ecuador ante las protestas por el alza en los combustibles, mientras que en Chile el presidente Piñera decreta toque de queda ante la ola de protestas que sacuden a su país exigiendo cambios sustanciales en su política; por otro lado, Macri pierde las elecciones presidenciales en Argentina y el uribismo pierde en las últimas elecciones la hegemonía en Colombia y se estima que más de 150 líderes sociales han sido asesinados en dicho país; en Bolivia Evo Morales obtiene una victoria electoral por cuarta vez consecutiva, pero la oposición lo acusa de fraude y las movilizaciones de calle no se hacen esperar; en Panamá jóvenes manifestantes se enfrentan a la policía en las inmediaciones de la Asamblea Nacional en protesta contra un proyecto de reforma de la constitución presentado por el gobierno y en Venezuela la inflación acumulada de 2019 se situó hasta septiembre en 3.326 %, con un salario mínimo de 15 dólares mensuales y unas 11.800 protestas en lo que va de año y con una migración que ya pasó los 4 millones de personas. Esta mirada rasante sirve de botón de muestra para confirmar que la región experimenta fuertes y profundas convulsiones en sus dinámicas sociales, económicas y políticas, en lo cual muchos coinciden, pero se distancian a la hora de hacer hermenéutica de dichos fenómenos.

No es complicado identificar algunos elementos comunes que comparten los países de América Latina y que configuran todo este mal-estar que la atraviesa de norte a sur y de este a oeste: fundamentalmente protestan contra los gobiernos que no logran satisfacer las necesidades básicas del pueblo; manifiestan contra los altos costos de la vida; contra la dificultad de acceder a educación, vivienda, alimentación y salud; contra la corrupción de quienes ejercen el poder y la ineficiencia de las instituciones gubernamentales; contra las desigualdades sociales y la pérdida de la calidad de vida. Por otro lado, las protestas son protagonizadas por una diversidad de sujetos: estudiantes, mujeres, LGBTI, campesinos, trabajadores, desempleados, amas de casa, pensionados, profesionales, artistas y religiosos, entre otros. La manera de cómo reaccionan los gobiernos ante estas protestas también es común en toda la región: uso desproporcionado de la fuerza por parte de los organismos de seguridad, lo cual termina en represión y en consecuencia no faltan los heridos y por supuesto los muertos. Esto, a su vez, genera más protestas lo cual hace que el gobierno aumente la represión para mantener “el orden”. Y así sucesivamente.

Los gobiernos, generalmente, pocas atenciones prestan a las demandas que se exigen en las protestas populares, al contrario, asumen acciones para neutralizarlas, por tanto, las criminalizan catalogándolas o de “contrarrevolucionarias” o de “izquierdosas”, de allí que las detenciones arbitrarias no se hacen esperar y en nombre de la “democracia” o de la “revolución” se violentan los DD.HH. Además, se echa mano de todas las herramientas de comunicación en manos del gobierno para desmentir las causas originarias del descontento, y se censura cualquier información o noticia que la contradiga. La idea es posicionar la versión “oficial”, la cual representa la única y universal “verdad” sobre los acontecimientos, cualquier otra mirada no es más que una clara amenaza en contra de la “democracia” o de la “revolución”. Y las redes sociales se convierten en las nuevas trincheras comunicacionales donde se disputa “la verdad” y  una imagen o un video tienen el poder suficientes para condenar o santificar una acción.

¿El censo de David fue propiciado por Satanás o por Dios? El texto bíblico narra un evento con dos lecturas bastante antagónicas y de acuerdo al posicionamiento del narrador la respuesta puede ser Satanás o Dios; si el narrador del episodio era contrario a la idea de la monarquía como sistema de gobierno (1 Crónicas 21.1-2), o si el narrador consideraba que la monarquía era el mejor sistema de gobierno respectivamente (2 Samuel 24. 1-2). En otras palabras, si era pro monárquico diría que el censo lo ordenó Dios, pero si era anti monárquico, diría que fue Satanás. No es nuestra intención hacer exegesis de este texto, pero si resaltar que un hecho puede ser interpretado de diversas maneras y que incluso la Biblia no escapa a ello. Es claro que todo punto de vista es la vista desde un punto, y que es inevitable no interpretar desde los intereses que subyacen en cada mirada

¿Cómo interpretar la llegada de ciertos gobiernos en Abya Yala? Curiosamente para algunos grupos cristianos “Dios quita y pone gobernantes”, legitimando de esta manera la llegada al poder de algunos líderes políticos; pero otros grupos cristianos interpretaban que ese mismo líder no representa los “intereses de Dios”. En lenguaje llano, ciertos sectores cristianos asumen que dichos líderes han sido puestos por Dios, mientras que otros alegaban que era por Satanás. Nada diferente al censo de David. Un presidente puede representar a Satanás o al anticristo, dependiendo de quién hace la hermenéutica.

A partir de esas miradas se pueden criminalizar las protestas en algunas regiones y santificarlas en otras; calificar de dictaduras a algunos gobiernos elegidos por elección popular y de democracia a otros; cuestionar la violencia en mi propio país, pero justificarla en otros, o viceversa; guardar silencio ante la violación de los DD.HH de mis compatriotas y denunciar a viva voz la violación de los DD.HH fuera de mis fronteras; señalar el abuso de poder de los organismos de seguridad de  otros países, pero se defiende el abuso propio como un acto a favor de la “democracia” o de la “revolución”; expresan solidaridad con las protestas de otras regiones, mientras reprimen las que tienen lugar a su interior; cuando el pueblo sale a reclamar sus derechos en otros lugares se dice que “la voz del pueblo es la voz de Dios”, pero cuando es el pueblo, puertas adentro,  se interpreta como “la voz de Satanás”.

¿Qué hace que una revuelta popular sea legitima? ¿Por qué la intervención de los organismos de seguridad en algunos países se interpreta como un acto heroico y en otros como un acto deplorable? ¿Por qué reaccionamos de manera tan distinta ante la violación de los DD. HH dependiendo del país? ¿Qué hace que algunos muertos en las protestas sean considerados “delincuentes” y en otras “mártires”? ¿Qué determina que la “voz del pueblo algunas veces sea vista como la “voz de Dios” y en otras como la “voz del diablo”?

Quienes seguimos creyendo y trabajando en la necesidad de más justicia, en la lucha por reducir las desigualdades sociales, en acceso gratuito a derechos como salud y educación, en un sistema que dignifique y que no esclavice; en una sociedad inclusiva y diversa; en un mundo no racializado por ningún factor y multipolar; en donde las instituciones funcionen para todos/as; donde los DD.HH no tengan cuenta bancaria; donde producir alimentos sea más importante que producir slogans de campañas. Y además seguimos cuestionando la idolatría del mercado y en consecuencia su espiritualidad sacrificial; los fundamentalismos tanto religiosos como políticos; la mercantilización de la vida y los recursos naturales; las propuestas absolutistas y excluyentes.

Para ello es imperativo en este kairós salir de las trincheras ideológicas y transitar por las trincheras con el pueblo cuyos derechos son violentados una y otra vez, para replantear nuestras miradas y condenar sin importar quién sea el que violenta los DD.HH y solidarizarnos con las víctimas y no con los victimarios, para no absolutizar gobiernos y relativizar a las víctimas. Requerimos transcender a las igualdades que nos asfixian y a las diferencias que nos oprimen, y distanciarnos de las solidaridades ideológicas automáticas que terminan por hacernos parecer cada vez más a aquello que decimos combatir.

El gran Otto Maduro lo describía de esta manera:

Parece que…cuando estamos demasiado metidos en una determinada realidad, cuando estamos demasiado comprometidos con una institución, comunidad o lucha…entonces nos resulta muy difícil distinguir, discernir, separar lo que de hecho está aconteciendo de lo que aprendimos a ver o a esperar, de lo que quisiéramos que sucediese, de lo que creemos que “debería ser”, de lo que tememos y de lo que estamos acostumbrados a que suceda.