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Opinión | Roudy Joseph

Le preguntamos a Acéfie si votaría y por quién en las elecciones que se realizarían el pasado día 20 de noviembre en Haití. A lo que respondió: “una vez, en 1990, y fue la primera, voté por Aristide. Nunca más volví a eso… me tienen “jarta” con todo eso que dicen llamar democracia”.

 Esos comicios en principio fueron fijados para el 24 de enero 2016 como segunda vuelta y luego que fuera anulado todo ese proceso electoral por comprobadas irregularidades se convocaron para el 9 de octubre y, al final, se realizaron en esa fecha.

 Por lo menos para algo sirvió todo ese tiempo de espera: la mayoría de las críticas han sido en favor del buen desarrollo, pacífico y ordenado, de la jornada del 20 de noviembre para elegir el presidente o la presidenta. También, para reemplazar una tercera parte (10)  de los senadores y con la segunda vuelta de los puestos de diputación en algunas circunscripciones.

 Dentro de las críticas de las organizaciones nacionales de observación electoral se resalta la baja participación de electores/as, estimada extraoficialmente en alrededor de un 21 a 23%, datos que serán confrontados con la publicación oficial del Consejo Electoral Provisional (CEP) a partir del lunes 28 de noviembre. Considerando las abstenciones individuales, ya que se ha constatado que miles han votado por “ningún candidato”, en blanco, se puede hasta llegar a una abstención de cerca del 80%.

 Esa fue también la mayor preocupación de la Misión de Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos (MOE/OEA) en su informe preliminar, donde dice haber enviado 130 observadores/as a los 10 Departamentos. Y, a pesar de haber felicitado al CEP, le hace una importante recomendación de tomar todas las medidas necesarias para aumentar la cantidad de candidaturas de las mujeres obligando que los partidos acaten la cuota del 30% prevista en el decreto electoral de marzo 2015.

 Es una vergüenza coincidir en una fecha próxima a la conmemoración del Día Internacional de la no Violencia Contra las Mujeres y tener menos del 10% de candidatas en el certamen. Asimismo, que tampoco haya una sola mujer en el parlamento de Haití. Los grupos de mujeres, de activistas feministas haitianas, de otros países y de toda la sociedad civil haitiana, deben velar más porque haya un avance en ese sentido.

 Al final de esa contienda, se puede afirmar que uno o dos de los candidatos se perfilan como posibles ganadores y hasta han  reivindicado sus supuestas victorias en protestas y notas de prensa, pero han sido advertidos de que solo el CEP está habilitado para publicar los resultados preliminares y finales de ese escrutinio. Sin embargo, seguimos observando que circulan en las redes sociales muchas informaciones dando a conocer resultados parciales de las elecciones.

 Esas informaciones en la era que predominan las Tecnologías de la Información (TICs), se han prestado para manipulaciones de la opinión pública, malestar de parte de los demás candidatos y una eventual inestabilidad en el día de las proclamaciones oficiales de los resultados. Un amigo cercano nos dijo que se podría confiar en los boletines “ilegales”, ya que provienen de delegados/as que estuvieron en el conteo de las mesas al final de la jornada.

 Si queremos tomar como “válidos” o “confiables” esos boletines, no habría ninguna duda que el candidato del Partido Haitiano Tèt Kale (caco pelao), Jovenel Moise, haya ganado las elecciones, incluso desde la primera vuelta. No porque puede llegar a mayoría absoluta de los 50% +1 - lo que sería sumamente difícil de conseguir por la cantidad de candidatos/as y por las fuerzas electorales de al menos 5 candidatos–, sino por la posibilidad que concede el artículo 38 del decreto electoral que indica que el candidato en cabeza será ganador desde la primera vuelta si recibe igual o más del 25% de los votos que el candidato que le sigue. 

Que sea con Jovenel u otro de los aspirantes al primer poder, la opinión pública anhela que todo se cumpla desde la primera vuelta, a nivel de las presidenciales. No hay necesidad de gastar más en un proceso que ha dado muchos dolores de cabeza y tantos otros males en la sociedad haitiana. Por lo menos, tenemos la seguridad de habernos “salvado” porque los dioses y las diosas no habrían permitido que uno de sus sacerdotes dirija de nuevo el país en este siglo 16.

 Con la partida de este 2016 se acerca el fin del estrés electoral, el cual comenzó desde 2015  –algunos/as nos dirán que desde hace 30 años.

 Podríamos soñar un Estado estable, social y democrático, aunque eso nos tome otros años-luces por caminar hacia ese objetivo. Y mientras tanto, aunque sea por ahora, tengamos el optimismo de decirnos que el episodio electoral de ese cuento acabó.