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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

El día de ayer una de mis adoradas y preferida prima, compartía mediante su estado de WhatsApp una frase escrita por el famoso médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, Carl Gustav Jung, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis. 

La misma reza lo siguiente: “Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas, pero al tocar el alma, sea solo otra alma más”. 

Dicha frase vino a conectar y coincidir con mis ideas previas referentes a nuestro desempeño como seres humanos en todos los extractos y espacios sociales que permutamos. 

 Y es que, con el paso del tiempo hemos podido notar como ciertas actitudes y comportamientos sociales han sido sustituidos por lo que socialmente se ha validado y normalizado, entendiendo como necesarias y únicas ciertas habilidades que el ser humano debe poseer para poder SER, para que tenga valor y que su existencia tenga sentido. 

Cuando nos referimos al hecho de ser, reseñamos el hecho de lo que somos, de nuestras cualidades intrínsecas que vienen con nosotros de por sí, que forman parte de nuestra esencia natural o permanente, también abarca aquellas cualidades y técnicas que bien pueden ser naturales, desarrolladas o perfeccionadas con el tiempo. 

Ambas, tanto las cualidades como las habilidades técnicas, pueden ser descritas desde el punto de vista de varias teorías psicológicas como habilidades duras y habilidades blandas. 

Las habilidades blandas son aquellas que se refieren a las competencias sociales que una persona puede desarrollar y contribuyen a preservar la comunicación y las relaciones intrapersonales.

Estas habilidades son el resultado de una combinación de habilidades sociales, de comunicación, de la forma de ser, el acercamiento a los demás, la empatía, comprensión y atención y se vislumbran en las actitudes de: Resiliencia, Proactividad, Actitud positiva, Liderazgo, Trabajo en equipo y Solución de conflictos. 

Es, por tanto, que las habilidades blandas van tomando trascendencia y se están convirtiendo en un elemento muy valorado para garantizar el funcionamiento de las instituciones y el trabajo en equipo. 

Mientras que, de su lado, las habilidades duras son aquellas competencias relacionadas con el conocimiento técnico adquirido durante la formación profesional o autodidacta, representando aquellas cosas que has aprendido a hacer o a usar, como las herramientas, tecnologías u otras competencias, ejercidas mediante cualidades de: Expresión oral, Habilidades lingüísticas, Pensamiento matemático, Manejo de recursos tecnológicos y Conocimientos de contenidos específicos. 

¿Siendo así, entonces donde radica la diferencia entre ambas habilidades? 

Las habilidades duras se diferencian de las habilidades blandas porque se relacionan con el nivel de conocimientos técnicos y preparación académica, mientras que las blandas tienen que ver con la parte emocional de las personas, la manera de comunicarse y relacionarse con otros.

Es decir, que, para poder desarrollarnos plenamente como seres humanos en cualquier ámbito, es importante trabajar en desarrollar o fortalecer ambas habilidades.

 No es posible ser exitosos a nivel técnico cuando adolecemos de la parte emocional, de aquella que nos permite no solo hacer sino también impactar y cambiar vidas de manera positiva, entusiasta, comprensible y empática.

Es el tiempo y la experiencia misma que nos habla y dicta que la vida no es la medida de las cosas materiales obtenidas o acumuladas, sino por aquellas vividas, sentidas, que nos permitieron cambiar e impactar en la vida de otras personas con simples gestos de empatía, comprensión y humildad.