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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Me siento motivado a dar mi testimonio personal sobre mi creencia religiosa; lo hago debido a la situación de la actualidad causada por la pandemia del Covid 19. Esta calamidad ha influenciado muy notablemente el pensamiento, las instituciones sociales y las actividades de los seres humanos en toda la faz del planeta.

Esta plaga ha transgredido y provocado transformaciones a toda la existencia humana incluyendo la fe religiosa, las interrelaciones personales, las actividades sociales y a todos los niveles de los individuos, las familias, las organizaciones sociales y los pueblos.

Los comunicadores Gustavo Olivo y Fausto Rosario, en su programa "Escarbando" de Acento del 8 de febrero, dieron cifras de una encuesta de diversidades de iglesias en el país; señalaron que 16.6 por ciento de los entrevistados declararon ser ateos o no tener vínculos con iglesias o fraternidades religiosas.

Los datos de la encuesta me han motivado a expresar mi estado de

creyente y digo que Dios es el “Sol de mi vida" y es así por razones de índole emocional, espiritual, sentimiento cultico y porque estoy inclinado a creer en una existencia que considero superior a mí en fuerza dinámica, omnipresente, pureza moral, benevolencia, insoslayable virtud. A ese ente sobrenatural lo tengo como Dios.

Percibo que Dios, el “Sol de mi vida”, amaneció en mi al yo venir al mundo, e hizo brillar su luz en mi alma; ahora promueve energía a mi cuerpo, me sostiene bajo sus alas protectoras y sé que, al atardecer de mi paso por este cosmos temporal, pasaré a un encuentro de paz y eterna felicidad.

Me deleito en decir lo que creo; no tengo vergüenza de expresar mi pasión de apego, dependencia, inclinación y devoción a Dios el patrón del cielo y la Tierra y de todos los que habitan en el dominio de este globo.

Me esfuerzo en seguir el citado de las Santas Escrituras que dice: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a este; dice: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22: 37-39).

La erudita Francesca Stavrakopoulou (Profesara de hebreo y religión antigua, 1975-) escribió que estamos programados para creer en un Dios y dijo: “Psicólogos, filósofos, antropólogos y hasta neurocientíficos han sugerido posibles explicaciones de nuestra predisposición natural a creer, y para el poderoso y persistente papel que la religión parece jugar en nuestras vidas emocionales y sociales”. De hecho, la religión-la creencia en seres sobrenaturales se encuentra a lo largo de la historia y en todas las culturas. Solo se conocen dos grupos de gentes que no tienen un mito de la creación y del poder de las divinidades. Todo el mundo con la excepción del pueblo amazónico Pirahá y los aborígenes de Australia y las islas adyacentes no tienen concepto y memoria tradicional de fuerzas divinas o dioses. (Antropóloga, Margarte Mead, 1901-1978)

Vivimos en una época de adelanto científico cuando algunos consideran que no concuerda con la fe religiosa; sin embargo, la religión es importante y persistente y hombres y mujeres inteligentes y de vasta cultura creen y rinden culto a divinidades.

La fe religiosa es un apoyo de equilibrio emocional, de esperanza, de fuente de energía espiritual, de normativa disciplinaria en la vida y las relaciones con los otros seres humanos y con todo lo creado y existente en la naturaleza que nos rodea.

Sin duda alguna, es beneficioso concebir que hay una fuente inagotable de fortaleza espiritual que dinamiza al creyente. Es provechoso saber de la promesa de benevolencia y piedad que consuela, sana y enaltece el alma de los que temen y acuden en pensamientos y oración; por eso podemos decir: “Todo lo que respira, alaba a Dios”. (Salmo 150: 6).

Telésforo Isaac

Obispo emérito Iglesia Episcopal/Anglicana