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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

En la Santa Biblia hay muchos casos de actos de benevolencia, servicios y apoyos a muchos en momentos de dificultades; pero ahora en la Semana Santa 2020, dada la situación de la pandemia de coronavirus que azota al mundo, es de lugar tener en mente a tres mujeres que asistieron y apoyaron a Jesús Nazareno en su situación de sufrimiento y muerte y que nos sirven de ejemplo.

Las tres modalidades de servicios y apoyo las ofrecieron María la madre de Jesús el Nazareno y representa “maternidad sufrida”, Salomé quien representa la “Fraternidad- familiaridad” y María Magdalena quien representa la “amistad solidaria”.

El ejemplo de las tres mujeres al pie de la cruz del inmolado Jesús, tiene una marcada simbología en esta Semana Santa; pues, es un tiempo propio para recordar y ponderar en las relaciones entre los componentes y los activistas en la comunidad que estuvieron presentes en Jerusalén en torno al juicio y crucifixión de Jesús de Nazaret; allí estuvieron las tres mujeres como una unidad  copartícipe para asistir y apoyar a Jesús; pero la situación actual no se circunscribe como en el  Calvario en Jerusalén, más es una cuestión de índole mundial donde millones sufren de miedo, desesperanza, dolor físico, conmoción emocional, desequilibrio social, soledad y muerte.

Debemos orar por los médicos, enfermeras, el personal de servicios de salud (ambulancias, funerarias), militares y policías, servidores gubernamentales y todos aquellos que asisten y apoyan a los que sufren o están al borde de la muerte, para que Dios tenga misericordia de ellos. Estos merecen el aliento de vida y fuerza de voluntad; por tanto, es necesario tener fortaleza espiritual y voluntad para seguir el ejemplo de las mujeres y otras personas benévolas que asistieron y apoyaron a Jesús el Crucificado en hacer lo imprescindible para lograr el bien común. Visualicemos pues, la escena para que sirva de reflexión.

Toca tomar en consideración las particularidades de los personajes envueltos en lo sucedido en Jerusalén, en el caso del profeta Jesús de Galilea, quien dijo ser “Hijo de Dios”, (Juan 3:16), y lo aseveró diciendo: “yo estoy en el Padre y el Padre está mi”. (Juan 14: 11).

Es propicio meditar en el trato dado a Jesús por los jefes religiosos judíos, Caifás y Anás y el Sanedrín (tribunal y consejo de sabios judío); por Poncio Pilatos, autoridad gubernamental del imperio de los Césares; por los soldados guardianes del templo; por el personal del palacio administrativo y todos aquellos que estuvieron involucrados directa o indirectamente en la traición, apresamiento, negación, juicio, condenación y crucifixión de Jesús.

De manera específica debemos enfocarnos en las mujeres para ver sus moralidades,  asistiendo a Jesús, brindándole apoyo y servicios, y acompañándole hasta el pie de la cruz. Se debe recalcar la presencia de las Tres Marías que pueden ser catalogadas como representativas de una trilogía: las virtudes de “maternidad” en María la madre del Señor; de “familiaridad” en María Salomé, la madre de los hijos de Zebedeo, y “fraternidad-solidaria” de María Magdalena, mujer mencionada en muchas referencias en diferentes etapas de la vida de Jesús de Nazaret.

En la composición de las “Tres Marías”, tenemos a María, la madre de Jesús a quien el ángel le anunció esta afirmación: “Dios te ha bendecido más que todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo”. (Lucas 1:42); sin embargo, cuando el niño nació y fue llevado ocho días después al templo para ser presentado, un hombre justo y piadoso llamado Simeón hizo saber proféticamente: “Que este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten… pero todo esta va a ser para ti (María) como una espada que atraviese tu alma”. (Lucas 2: 35). Esta dolorosa experiencia fue cumplida de manera visual, contemplada con ignominia en el monte del Calvario y es una presentación de “maternidad” sufrida.

La otra persona presente allí en el tétrico escenario podría ser considerada como moralidad de “familiaridad”. Ella es María Salomé, hermana de la Virgen María, esposa de Zebedeo, madre de Juan y Jacobo (Santiago el Mayor), quien está presente para dar soporte emocional como miembro de la familia.

La tercera fémina es María Magdalena y representa la “fraternidad- solidaria”. Esta señora fue una de las mujeres que Jesús curó de enfermedades, por lo que fue agradecida y solidaria con Jesús asistiéndole, apoyándole hasta el lugar donde fue crucificado en el Gólgota.

La figura de las tres mujeres, el empeño y inmutable dedicación de ellas, deben ser ejemplo para seguir por los cristianos y toda persona de buena voluntad. “Por eso, mantengamos una amistad sincera con Dios, teniendo la plena seguridad de que podemos confiar en el... Tratemos de ayudarnos unos a otros, y de amarnos y hacer lo bueno”. (Hebreos 10:22-23).