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Opinión | Felipe Díaz/ trabajador social, investigador, especialista en políticas sociales y análisis demográfico..

Es una tierra enorme y bella, que está llena de gente sonriente, servicial, alegre, trabajadora, que persigue la felicidad y que baila los malos ratos. 9 días estuve escapándome a visitar, entre la capital y el magnífico norte de ese país marcaron mi corazón así:

El primer aprendizaje es que el imaginario popular e internacional se equivoca, todos esos chistes y estereotipos sobre la gente de Argentina son exageraciones. Atención, no es que no existan, es que la mayoría de la población (incluso en la capital) es muy, realmente muy, diferente. Una constante indicativa de esto es que no te dejan agradecer, dices "gracias" por lo que sea y la respuesta más común es "no, por favor, gracias a vos"… diálogos inimaginables con gente de buenos aires antes de esta visita, y es que el porteñismo al extremo, el fútbol en todos los ambientes y carne de res de desayuno, almuerzo y cena eran la expectativa, basada en los estereotipos que la fama vendida. En cambio, fueron unos días intensos, cargados de movimientos, encuentros, experiencias gastronómicas y culturales donde me quedó claro que se necesitaría quizás más de tres meses de puro turismo para conocer toda la variedad de pueblos y folclore de este vasto país. Tocará volver par de veces…

Y es que, en la capital de la tierra de Atahualpa Yupanqui y Juana Azurduy las dimensiones son imponentes, en los emblemáticos monumentos, en los cientos de librerías (siempre con clientela), en las amplias aceras que invitan a caminar, sus estructuras sociales que explican la avidez y criticidad de Quino, ritmos tradicionales y jazz en toda la ciudad, en los carteles fileteados, en todo el ambiente citadino hablando de pasado, presente y futuro de una gran nación, en las columnas imperiales de edificaciones de tiempos de gran cosecha y prosperidad que hoy se evidencian en riqueza cultural, mucha variedad musical, y profunda calidad humana es que radican las verdaderas características de este pueblo. Lo más impresionante, es que a la vuelta de una chacarera, toda eso parece desaparecer en detalles de inigualable identidad, acompañados por ambientes de familiaridad, camaradería e intimidad, es así como entre los sócalos de San Telmo, en el tambor de una zamba que entona la anciana en el mercado de Salta, ante el aroma de la tortilla al rescoldo al pie de las multicolores montañas en San Antonio de los Cobres, en las vecinas que debajo de las ventanas del barrio de La Boca son las más capas explicando por qué estamos como estamos y en el mate recién cebado a la sombra de un cardón frente a los viñedos de Cayafate, es ahí que se vive la verdadera argentinidad.

Mención particular al fainá que va con pizza y un chop de cerverza, al baile de folclore que les corre por las venas a todo mundo en estas tierras, a las siempre abundantes proporciones que componen los deliciosos platos que degustan, a las animadas guitarreadas en patios y peñas, a la cepa de torrontés y tannat de la más alta calidad mundial, sobretodo marinadas con las melodías de Mariana Baraj en los viñedos de Yacochuya, pero lo más argentino que sentí hacer fue una tarde de mate en familia, donde el compartir del cierre de un día lleva contar las penas, agua caliente, recontar las alegrías, yerba mate, ensoñar planes y compartir pan.

Definitivamente, completar el tour por Argentina está pendiente, pero superar lo que el norte ofrece, a mi entender, será todo un reto para el resto del país que me falta por conocer.

Debo, eso sí, relatar el único contratiempo vivido, donde el afán del gobierno por colectar dólares del turismo impone medidas absurdas para la compra de visados a visados ya existentes, que llaman AVE. Y que no es más que agregar un impuesto adicional a los pasaportes y visados ya existentes, con excepción de países del MERCOSUR, se agrega este innecesario procedimiento, con el agravante de que Migraciones (en el aeropuerto) no tiene la capacidad para resolver el trámite de manera directa, todo un quilombo pal aca. Pero como la vida caribeña enseña que de toda situación algo bueno se puede sacar, el impasse administrativo fue la oportunidad de conocer el invaluable trabajo del cuerpo consular de la embajada dominicana en Argentina, quienes, sin importar el día, ni la hora se dedicaron a fondo con todo lo que fue necesario para apoyar a este paisano y enderezar el trámite burocrático. Con aclarando(s) de urgencia en plena madrugada, 12 horas después de mi arribo a Ezeiza, pude hacer el desembarco provisorio, es decir, se pudo formalizar el procedimiento para hacer el deseado cobro de 190 dólares por el visado al visado.

Para que se hiciera este viaje y que además fuera maravilloso debo agradecer a:

Larissa Veloz, Carla Arévalo, Hosmerny Suriel, Eliú Rodríguez, Robert Takata y Mario Hernández.