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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

La gente está olvidando el significado propio de la navidad. Pero no hay que culpar a nadie por ello. Todo lo que empieza supone en su propia raíz un final. La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo se celebró por primera vez en Constantinopla en el año 379. Y ha llovido mucho desde entonces.

Pero en nuestro país se ha bebido más.

Las celebraciones navideñas se caracterizan aquí por el ímpetu empleado entre los convidados. Y nunca ha habido “tiempos pascueros” tan intensos como los que hoy vive República Dominicana.

Pasada la primera mitad del mes de diciembre, en otras épocas, el tema principal se centraba en planificar la cena de “noche buena”. Qué si el puerco será asado a la pulla o se comprará horneado en un negocio cercano. Qué si será en la casa de papá y mamá o nos vamos donde Carmencita o a la de Marianito que se quejó el año pasado. “las celebraciones nunca se hacen en mi casa”, se lamentó un día Mariano.

El folklor incluye seleccionar con tiempo la ropa con la que van a lucir durante la noche. Las indumentarias también sirven para señalar a las claras de que al modelo le fue bien durante el año.

El día de navidad entonces cada quien, como el pavo real luce sus plumas, quiere echar su bulto. Mostrar la pinta.

Otra costumbre de pascua consiste en disponer un bar casero. El surtido siempre dependerá del presupuesto del hogar. No obstante, en la mayoría de casas, tendrán una botella de ponche y otra de vino tinto dulce con su caballo blanco en la etiqueta. Algunos agregan a la cantina un vino de arroz artesanal, es decir, hecho en casa. El típico ron añejo, con ese típico sabor a trapo viejo, sucio y quemado. Rico.

Recuerden el anuncio publicitario “Donde hay un hombre…”, sin pelear porque navidad es tiempo de paz.

Lo de “tiempos pascueros” es otra forma de llamar a los tiempos navideños en las calles del caribe insular. El doble sentido, la picardía, se da a partir de eliminarle todas las s a la frase.

Así eran antes los “tiempos pascueros”. Las navidades o pascuas, como prefieras, en esta ocasión son diametralmente diferentes.

Por ejemplo. Al momento de usted leer este artículo transcurre el día 21 de diciembre. Con todo y estar a más de la mitad del mes, sólo se habla de las caravanas de Gonzalo Castillo y de las de Luis Abinader.

La gente está concentrada en cuántos pica pollos se repartieron en la caravana del Penco y cuántos en la de Abinader. Unos hablan del dinero distribuido para pagar a los asistentes de uno y otro lado. ¿Quién da más?

Otros dicen que los empleados públicos fueron obligados, bajo amenazas de ser cancelados, a participar en la marcha del Penco.

¿Y la navidad? Ese tiempo de alegría, gozo y felicidad familiar. Bien gracias.  

Consecuentemente a las navidades de este 2019 les toca competir con las ocurrencias del Penco y el sin sabor de Abinader. También queda pendiente el dilema de si el León será candidato o si el TC le negará ese ¿derecho?

No faltará a quien se le ocurrirá debatir el duro posicionamiento de Guillermo Moreno. Qué si Alianza País finalmente superará su fuerte tope electoral del uno por ciento. Otros, que si el emprendedor, David Collado, será vice de Luis o de Gonzalo. Avancen apuestas.

Recuerdo que hacer una tregua en la campaña electoral era obligatorio para todos los partidos. Pero eso era antes, en las otras navidades. En la de ahora es posible que a ningún candidato se le ocurra hacer un alto en su campaña.

Sin embargo, pausar la campaña en tiempos de navidad (también en semana Santa), nunca ha sido asunto de ley. Más bien es una práctica que obedece a la inteligencia de los líderes políticos de entonces, que por lo menos interpretaban el sentir de la gente. Hoy parece que los políticos prestan poca atención a la gente. O tal vez  ocurre lo contrario: la gente quiere seguir en campaña, en la movida. Y los candidatos lo saben.

Las cajas, cajitas y cajones serán repartidas se haga o no  se haga la tregua. Igual, a los más encumbrados les tocará sus canastas empacadas en un baúl de lujo.

Ojalá se imponga un respiro electoral. Uno como que necesita una desintoxicación política. Pero sin enema ni laxante. Simplemente relax.