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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

El apóstol Pablo escribió una advertencia con característica universal: “los judíos, como los que no lo son, están bajo el poder del pecado”. (Romanos 3:10); y sigue diciendo: “Pues, no hay diferencia: todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios”.

(Romanos 3:22). Somos tentados continuamente. Hay tres bases de las tentaciones humanas descritas de manera explícita y clara en los evangelios: San Mateo 4: 1-11, Marcos 2:12-13, y Lucas 4:1-13. A partir de esas lecturas, podemos  obtener conciencia de las pruebas que confrontamos a diario,  y nos presentan la forma de evadirlas, para no “caer en tentación”; pues, nos dicen la manera como procedió Jesús cuando fue puesto a prueba en el desierto después de su bautismo, y ante el inicio de su ministerio. Con este paradigma,  estamos convocados a seguir el ejemplo del iluminado Jesús de Nazaret.

En esas porciones de los evangelios, tenemos el máximo modelo para enfrentar, soslayar, y triunfar ante sarcasmos, atractivos que sirven de burlas, o trampas en que los seres humanos caen por sus debilidades. El profeta Jesús  comprendió el engaño en la cadena de expresiones encubiertas de ciertas verdades; más no cayó en tentación, gracias a su adultez espiritual, su profunda convicción de ser el reflejo de la Luz Divina, y por su vocación de ser el Salvador y Redentor de los que aman a Dios en espíritu y verdad. El elegido vislumbró que estaba designado a ser “la imagen visible de Dios, que es invisible”.  (Colosenses 1:15).

Hay muchas áreas y formas de tentaciones en que el  individuo puede deslizarse, caer y deshumanizarse. Estos males están siempre delante del ser humano de todas clases y condiciones; pero de manera marcada y muy susceptible, están entre dirigentes religiosos, políticos, gente con poder e influencia, empresarios, protagonistas y activistas que sobresalen en la sociedad.

Entre las muchas áreas de tentaciones,  se pueden reiterar tres; primero: “uso y abuso del poder”, segundo: “pretender tener facultades para desafiar la naturaleza”, y tercero: “ejercer dominio sobre otros y acumular bienes materiales sin discreción ni legitimidad”. Éstas están de manera palpable en todas las personas, sin importar niveles intelectuales, económicos o sociales.

Primero. Algunas de las áreas más comunes y susceptibles  de las tentaciones, son en primer lugar: uso y abuso de la pretensión del ejercicio del poder mágico religioso, como “convertir piedra en pan”. Este fue el caso al que fue expuesto Jesús después de su bautismo en el río Jordán y luego de ayunar  por un largo tiempo. La reacción de Jesús a esta insinuación  fue rechazada; pues, “no sólo de pan vivirá el ser humano”. (Deuteronomio 8:4; Mateo 4:4).

Una segunda área de susceptibilidad es: pretender ser superior,  actuar con ostentación,  arrogancia y tratar de dar demostración de  poseer facultades para desafiar las leyes naturales. Jesús fue expuesto a esta seducción cuando fue provocado para tirarse desde la parte más alta del templo, “porque la Escritura dice: “Dios mandará que sus ángeles te cuiden”. (Salmo 91:11; Mateo 4:6). El Rabí de Galilea rehusó desafiar las leyes físicas y respondió diciendo: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”. (Deuteronomio 6:16; Mateo 4:9). Con estas palabras Jesús da signo de humildad y raciocinio tomando en cuenta la siguiente amonestación: “No ambiciones tener autoridad, si no eres capaz de poner fin a la arrogancia”. (Eclesiástico 7:6).

La tercera  área donde comúnmente se pone a  prueba al ser humano, es en ejercer dominio sobre otros, cultivar,  acumular y poseer  bienes materiales, sin discreción ni legitimidad. El Nazareno puso en evidencia su conocimiento del pensamiento de Dios, su decisión de cumplir cabalmente con el propósito divino y estar conforme a esta cita: “No confíes en riquezas mal habidas, pues de nada te servirán el día del castigo”. (Eclesiástico 5:8).

No hay fácil escapatoria a estas atracciones porque  la mente, el corazón y las ganas de usar el poder, de desafiar las leyes naturales y de poseer bienes materiales a como dé lugar, son retos ante individuos en situaciones  comunes en nuestras sociedades, pero muy especialmente a los que ejercen poder temporal,  los que creen que están ungidos por favor cuasi-divino, los que rebozan de ambición, los que creen que es propio de su destino el apoderarse de todo lo que se puede alcanzar sin moderación ni justificación.

Estas áreas de tentaciones arriba señaladas confrontan a muchos de modo tajante cuando se aprovechan de las circunstancias, la oportunidad, la capacidad, y la destreza de potenciar sus influencias en beneficio personal o grupal.

Amado lector,  es de lugar tener desvelo para “no caer en tentación”. Para esto, se debe esforzarse espiritualmente, profundizar la confianza en el Poder Divino, y  abarcar  los beneficios de las virtudes más excelentes.