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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

La porción del Santo Evangelio, tomado de San Juan 3:1-17, es una de las selecciones mejor conocidas citadas en la Biblia. Es la columna fundamental de la creencia y seguimiento de Jesús el Hijo de Dios.

Hay tres facetas que componen una integración que son vistas y analizadas por sus valores especiales desde el punto de vista sociológico e interpretativo del mensaje de Jesús a Nicodemo, o sea, el choque que le causa la expresión del joven profeta al importante maestro y piadoso judío, y tercero el anuncio de Jesús del amor de Dios, y cómo obtener la vida eterna por la fe.

 Lo primero que llama la atención es el hecho del encuentro de Nicodemo y Jesús. El fariseo Nicodemo era miembro del Sanedrín (Consejo Supremo, Legislativo y Ejecutivo de los judíos, compuesto por setenta y un miembros de la élite intelectual, social y religiosa en Jerusalén en el tiempo de Jesús); y tal vez por miedo a los conservadores fanáticos judíos fue a visitar de noche al joven profeta que enseñaba con autoridad y hacía múltiples milagros nunca antes vistos.

 El maestro Nicodemo llamó Maestro al Nazareno, dando ejemplo de una conducta de humildad y señalando que: “nadie podría hacer los milagros que tú (Jesús) haces si Dios no estuviera con él”. (Juan 3: 2b). Esto en sí, es un reconocimiento de una dimensión sobresaliente en la personalidad y presencia del Poder Extraordinario en el novicio predicador y sanador de enfermos, quien cura de dolencias físicas y síquicas milagrosamente.

 Tomando en cuenta la posición social y religiosa del maestro Nicodemo, él no debía visitar, asociarse y mucho menos consultar asuntos de envergadura con Jesús.

 El segundo rasgo en San Juan 3:1-17, tiene que ver con el desarrollo del diálogo entre el maestro Nicodemo y el Maestro Jesús. Ante la expresión indagatoria del fariseo a Jesús, el profeta le recalcó: “Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. (Juan 3:3).

 El asombrado Nicodemo reaccionó con una  pregunta lógica: “¿Cómo podrá nacer de nuevo un hombre que ya es viejo?” El anciano y experimentado maestro fariseo quedó estupefacto ante la inesperada declaración de Jesús. Pues, ¿Cómo puede uno nacer cuando ya es viejo?... ¿cómo una persona puede entrar en el vientre de su madre para nacer de nuevo?

 Sin duda alguna era la primera vez que se hablaba en Jerusalén de un “nuevo nacimiento”. Sin embargo, se da el caso que Jesús hablaba de un nacimiento metafórico: “el nacimiento de agua y  del espíritu” (Juan 3:5), o sea, la renovación del pensamiento, conducta, fe y relación con Dios, el prójimo y con uno mismo. Jesús hablaba del “cambio o conversión” necesaria para integrarse y participar en el reino de Dios que Él anunciaba, que se iniciaba con la presencia del Verbo Divinoen el mundo.

 La tercera faceta de los componentes en Juan 3:1-17, es la proclamación  contundente de Jesús al recalcar: “Dios amó tanto al mundo, que dio su Hijo único para que todo aquel que cree en Él no muera; sino tenga vida eterna”. (Juan 3: 16).

 En esta enfática declaración de Jesús, se suma todo lo relacionado del Creador, y Todopoderosa Majestad con la humanidad, y así se hace explícito que el Señor Dios perdone al mundo condenado y se reconcilie con el linaje humano; redima a los que le buscan y creen en su Hijo el Cristo Salvador; pues en esta afirmación está la “Divina Promesa” que encierra la fe y confirma la esperanza de los creyentes en su “nuevo nacimiento o conversión”.