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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

El título de este artículo, “El Estado no tiene conciencia”, es una cita de Eugenio M. de Hostos, el renombrado educador y considerado Ciudadano de América, que nos hizo llegar el Dr. Alfonso Lockward, el conocido hombre público y predicador evangélico en su libro “Intolerancia y libertad de cultos en Santo Domingo” (DELE 1993).

Esta contundente expresión puede dejarnos desconcertados, más esta frase no deja lugar a la discusión, especialmente en este momento histórico de la nación dominicana.

Hay notables indicios que nos hacen ver que en realidad la conciencia del Estado se ha diluido, apocado, o está ausente en áreas de los estamentos del régimen estatal. Se ha perdido la confianza en múltiples niveles del régimen gubernamental, por lo que se percibe que no hay conciencia moral.

No se puede menospreciar a la totalidad del componente estatal; pues, sin duda alguna, hay individuos y grupos que forman parte de las estructuras oficiales del Estado, que sí tienen conciencia clara y sensible. Sin embargo, en muchos casos hay sombras que oscurecen la naturaleza de la prudencia, las virtudes de los valores que deben ser manifestados de manera concreta y permanente. Hay ejemplos innegables que estas valías se hacen imperceptible, incoherente, carente de fuerza moral, y se adultera la sensibilidad de la justicia, la honradez, y la probidad.

Tal es la condición que actualmente se sufre en la sociedad que los medios de comunicación dan notas de la falta de confianza de gran parte del estrato estatal y señala que las Iglesias y personas de buena voluntad son los que de manera obvia mantienen en nivel satisfactorio los valores y las virtudes para testimonio y disfrute del bien común.

Por razones de índole ético-moral, las Iglesias están obligadas por su vocación de servicio e imagen de los principios fundamentales para el buen vivir de toda sociedad civilizada. Hay que predicar en consonancia con los principios de las virtudes que son los fundamentos y columnas de los valores de gente de todas clases y condiciones. Se debe tener conciencia y voluntad para sentir e implementar lo que es bueno para todos. Por tanto, se debe mantener vigilancia y enseñar las bienaventuranzas que Jesucristo enseñó en Mateo 5: 1ss, y hacerlo sin temor, “a tiempo y fuera de tiempo”. (2 Timoteo 4: 2).