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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Mayne Castellanos Ramos, en un momento de apuros económicos empeñó su anillo de boda. Antes, se puso de acuerdo con su esposa Maribi. El convenio comprendía, sacar la sortija desde que le entrara una agüita. Meses después, apareció el dinero y Mayne fue a sacar el anillo del empeño y así lo hizo. ¡Ah sorpresa!, Castellanos Ramos llegó apresurado a la casa, quería halagar a Maribi.

Así, el esposo metió la mano derecha en el bolsillo de la licra, buscó, escarbó, se quedó tieso, pensativo,  pero el anillo no estaba. Asombrado, el joven Castellanos solo alcanzó a exclamar “¡Ay dios, el anillo!”. 

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El anillo es una prenda con una alta carga simbólica en diferentes espacios de vida, veamos algunas.

En las Grandes Ligas, todos los años el  equipo campeón entrega un anillo a cada uno de sus miembros, la prenda es similar a la de las universidades. Igual hacen los equipos de beisbol en el torneo invernal dominicano. El anillo simboliza la identidad y el compromiso de la organización triunfante con sus integrantes, todos son parte de la victoria.

Las universidades ofertan anillos a los graduando, estas sortijas traen grabados el logotipo de las respectivas academias. Los colegios privados y liceos públicos hacen lo propio. Los egresados llevan el anillo con orgullo, con él, sin decir palabras te indican, “yo estudie en esta o aquella universidad”. En las academias el anillo es equivalente al certificado de graduación. Incluso, muchos recordaran el anillo de Franklin Almeyda. 

El matrimonio entre un hombre y una mujer, queda sellado “hasta que la muerte los separe” a través de la entrega de anillos entre los comprometidos. En el matrimonio religioso, el anillo simboliza la unión eterna de voluntades entre dos personas, unión que solo Dios puede deshacer.

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En consecuencia, Mayne Castellanos, se pasó varios meses esperando la agüita que tardó mucho en mojar sus bolsillos vacíos. El rezago fue el motivo del desespero de Castellanos Ramos en sacar la prenda de la casa de empeño. 

-- Miguel, yo me puse como loco cuando me llegó ese dinerito, salí a hacer ejercicios caminando y al terminar me quede en la compraventa y saqué el anillo. Con la prenda en mis manos la guarde en el bolsillo delantero derecho del pantalón deportivo que llevaba puesto --, me contó Mayne.

-- Pero a mí está bueno que me pase. Vea Miguel, yo iba pagando los réditos quincenal para que el anillo no se perdiera. Yo podía regresar a mi casa e ir a  la compraventa luego de darme un baño. Si yo hacía eso, hubiera ido con una ropa más segura, donde el anillo no se saliera --, recalcaba Mayne a manera de lamento. 

La interrogante que perturbaba al joven era, ¿cómo explicar semejante pérdida a una esposa esquiva? 

Aunque Mayne es muy joven, sabe que las dudas invaden a la mujer enamorada ante la más simple de las situaciones. Por esta razón, se empleaba a fondo en explicar los detalles del hecho insólito a su esposa Maribi Sánchez.

En principio, Maribi, oriunda de Venezuela, se resistía a creer la historia contada por su compañero. En cambio, creía que él había dejado perder el anillo en la compraventa por falta de pago de los intereses. No sabía que Mayne hacia esfuerzos extraordinarios para cumplir con los réditos quincenales impuestos en la transacción.

-- Oiga esto Miguel, cuando Maribi se convenció de la veracidad de lo que yo le decía me preguntó, ¿entonces ya tú y yo no estamos casados? Y yo le respondí, “Claaaro” mi cielo, es sólo el anillo que se perdió, mi amor por ti sigue igual o más grande que antes --, narró Mayne más satisfecho.

-- Bueno mi vida, entonces tú tienes que comprar otro anillo igual, y mandarlo a grabar tal como estaba el original porque ese es el símbolo más importante de nuestra unión --, sentenció Maribi.

Así qué, Mayne tardó meses esperando que lloviera un dinerito para rescatar el anillo de matrimonio. ¡Y lo consiguió! Ahora deberá esperar, quién sabe cuánto tiempo, para reponer el símbolo “perdido” de su amor.

“Esta es la realidad de nuestros países / no espere que finalice / porque no va a terminar”, reza la canción de los Guaraguaos.