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Opinión | TAHIRA VARGAS GARCÍA

La cultura de la casa es construida alrededor de conceptos de lo femenino, lo sagrado y lo respetable, y la cultura de la calle es construida sobre la base de lo masculino, lo profano, y reputación” ( De Moya 2003). Siendo la calle el eje fundamental de socialización de la masculinidad, en este escenario se fortalece el patrón del “dinero fácil”.

El modelo del “dinero fácil” no es únicamente masculino, también afecta al sexo femenino. Este modelo permea a estratos pobres, medios y altos e interactúa con las pautas capitalistas de consumo que fomentan la comodidad en tensión con esfuerzo y responsabilidad. El dinero fácil está afectando a la población adolescente y joven tanto femenina como masculina en nuestra sociedad, en el caso de la masculinidad adquiere mayor predominio por distintos factores entre los cuales encontramos:

• El peso de la relación poder político-dinero fácil-impunidad donde el hombre juega un rol fundamental porque el ejercicio de poder está en el ámbito de lo masculino. Las tramas de la impunidad afectan tanto al sexo masculino como femenino. El sexo masculino tiene más peso por las destrezas que desarrolla en su socialización con el mundo “político” donde las redes de impunidad y complicidad son más fluidas.

• La masculinidad supone la permanente “conquista” hacia el sexo femenino y mientras más mujeres se conquista más viril es el hombre. Esta conquista supone gastos y flujo constante de dinero.

• Patrones de consumo que afectan la apariencia de “hombre con movida” o “joven con movida”.

Entre las adolescentes y jóvenes se identifican expectativas con respecto al joven u hombre en el que “ellas” se fijan. Este hombre o joven debe “mostrar” que mueve dinero. En este sentido indicadores importantes de ese movimiento de dinero son los patrones de consumo referidos a: aparatos de comunicación con tecnología moderna o “de punta”, “una buena pinta” la que se refiere a vestimenta y calzados de marca, vehículos o motores.

Esto supone entonces una mayor demanda de dinero para el adolescente, joven u hombre adulto que se inserta en esta lógica de consumo y sobre todo de conquista.

En estas lógicas las grandes trampas del dinero fácil que se obtiene o con las relaciones políticas, relaciones de poder o actividades en conflicto con la ley son las más atractivas y su acceso va a depender del tejido de sus relaciones sociales e interpersonales.

La deconstrucción del “dinero fácil” como modelaje social supone procesos de cambios en nuestra cultura social que atraviesan la masculinidad, feminidad, ejercicio de poder y la impunidad.