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Opinión | Iñigo Errejón

No suele gustarme que escriban cosas que yo no he dicho, pensado o defendido. Además tengo la ventaja de haberlo dejado todo plasmado en artículos, declaraciones y entrevistas. Aquí va, en todo caso, negro sobre blanco:

Podemos está inmerso en un momento de reflexión colectiva y proceso democrático. Ahora que la política española entra en un ritmo más lento, que la cuestión del Gobierno no está en suspenso, aprovechamos para tener un debate que nos debíamos hace tiempo. Hemos llegado muy lejos gracias a que hemos podido correr mucho, pero ahora las tareas de nuestra fuerza política han cambiado: ya no se trata tanto de correr para tareas inmediatas como de ensancharnos y mirar más lejos para preparar un avance más sólido y continuado. Ya hemos cambiado la política española, ya hemos terminado con el viejo sistema político de 1978, ya hemos demostrado saber retar a los poderosos. Ahora nos toca consolidar el proyecto ganando la capacidad de construir una mayoría nueva de los de abajo, necesariamente transversal, para oponerle a la desvergüenza de los de arriba. 

Hay compañeros que creen que una vez resuelto quién se va a sentar en La Moncloa a Podemos le toca "cavar trincheras" y prepararse para resistir. Endurecerse y hacerse menos permeable a lo que pasa fuera de nuestros muros. Yo tengo otra visión del momento político, creo que hay condiciones para avanzar, para infligirle derrotas concretas al Gobierno débil del PP y demostrar que podemos ganarnos la confianza de nuestro pueblo siendo útiles desde ya, tomando la iniciativa. 

Los partidos viejos necesitan que nos encerremos en nosotros mismos, que les demos tiempo para reorganizar sus filas e intentar restaurar el orden tradicional. Querrían también que la vida política volviera a las categorías izquierda/derecha, que el 15M desbordó señalando la posibilidad de la unidad popular frente a los privilegiados. Nosotros en consecuencia debemos hacer lo contrario: un Podemos que se ensancha, que recupera con fuerza la transversalidad, que le habla a todos los españoles y no sólo a los convencidos, que empieza ya a sembrar la victoria sin pedirle a nuestra gente que espere o que se resigne a tropezar en las piedras tradicionales de la izquierda tradicional. 

Las próximas elecciones municipales, autonómicas o generales no se ganan en campaña, se comienzan a ganar ya: demostrando que somos útiles, que podemos volver a marcar el ritmo de los otros en lugar de pasarnos el día hablando de ellos, que podemos volver a darle respuestas a toda la gente que está deseando responder al desafío, en cada conversación cotidiana, de la pregunta "¿Y para qué sirve votar a Podemos?" La respuesta no puede proyectarse a años vista. Llevamos un proyecto de país alternativo en el corazón pero ese sólo será posible si comenzamos a desplegarlo ya. Esa es una batalla cultural, intelectual y política para la que necesitamos a los mejores y abrir nuestras puertas, no replegarnos. Una fuerza revolucionaria es aquella que es capaz de anticipar lo que viene.

Tuvimos un modelo de podemos para patear el tablero e irrumpir en la vida política. Esas tareas ya están logradas. Ahora no podemos errar: no tenemos ante nosotros el reto de construir una fuerza "resistente" que convenza a nuestro pueblo de las injusticias que cometen los poderosos cada día, ni una que denuncie el pacto social existente. Porque ese pacto, un acuerdo de confianza entre españoles, lo rompieron ya hace tiempo los poderosos. Hoy la mayoría de nuestro país sabe que las élites gobiernan para sus intereses particulares y no los de la gente. La mayoría sabe de la corrupción, de la crueldad de los recortes y de la desverguenza del secuestro de las instituciones como si fuesen botines de guerra de los de arriba. No es eso a lo que nos tenemos que dedicar. En España los antisistema son los poderosos. Ellos han roto el acuerdo del modelo territorial con la recentralización, ellos rompieron los mecanismos de concertación social con las reformas laborales de la precariedad, y ellos han roto el acuerdo íntergeneracional congelando las pensiones y vaciando la hucha común, tras años de caída de las cotizaciones a la Seguridad Social por culpa de la devaluación salarial. La tarea fundamental de las fuerzas democráticas hoy es, por tanto, generar confianza entre los de abajo y liderar un nuevo acuerdo de país que equilibre la balanza y ponga fin a la ley del más fuerte y el desgobierno y el desorden de los de arriba. Un proyecto nacional y popular de refundación de un país que avanza porque no deja a nadie atrás. 

Los partidos políticos tradicionales están muy atentos a la II Asamblea Ciudadana de Podemos. Ausentes de proyecto, sólo nuestra equivocación puede concederles aire. Nosotros hemos llegado tan lejos porque hemos mantenido nuestra autonomía. Hicimos bien en inventar una forma de hacer política tan distinta a los viejos manuales. Hicimos bien en no dar cheques en blanco cuando nos ofrecían más de lo mismo, Susana Díaz tras las elecciones andaluzas y el pacto Rivera-Sánchez tras las elecciones generales. El 20D tomamos una buena decisión: una fuerza nacional-popular española con alianzas fraternas plurinacionales. Ahora hemos de asegurar, en nuestra hoja de ruta política y nuestro modelo organizativo, que seguimos caminando con rumbo propio y sin bandazos, que hemos aprendido de los errores del pasado y que ensanchamos la organización con mecanismos de democracia participativa que aseguren que los inscritos tienen que validar siempre cualquier acuerdo o pacto, pero también que estos pueden tomar la palabra y convocar referéndums, siendo ciudadanía activa y no sólo invitados a marcar "sí" o "no".

Seguimos adelante. Seguimos decidiendo entre todos cuál es el mejor rumbo. Seguimos sabiendo que con los mapas de los de siempre sólo se llega a donde siempre. Seguimos con voluntad de mayorías y convicción de victoria. Sí se puede.