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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

En el argot popular dominicano, es muy conocida la palabra “tapón”, la cual refiere al hecho de encontrarse en una extenuante y dilatada fila de tráfico, donde no suelen percibirse ni comprenderse las causas aparentes, y en que al final, la única opción es esperar que, entre tandas de karaoke móvil o lapsus de frustraciones, a paso de tortuga, la congestión avance y con suerte, permita llegar a los lugares de destino, de manera oportuna. 

Esta problemática con el paso de los años se ha incrementado, provocando grandes pérdidas económicas en gastos de combustible, tiempo productivo y estrés social, así como también, generando mayor contaminación ambiental por la quema de combustible fósil de los vehículos que permanecen encendidos y expectantes a que, pulgada a pulgada, la cola avance.

Y es que, en las últimas décadas, la República Dominicana, han experimentado un gran crecimiento y expansión poblacional, no planificado en sus dos (2) grandes ciudades capitales: Santo Domingo y Santiago de los Caballeros, lo cual ha devenido en aumento desproporcionado de la cantidad de vehículos que pernotan por las calles, convirtiéndose en una grave dificultad que, en cualquier momento e intercepción, puede sorprender.  

Sin dudas, este fenómeno posee un importante elemento de multicausalidad, protagonizado por un carente planeamiento urbano y de movilidad, débil sistema de aplicación de regulaciones y sanciones, que amonesten la creación y administración de parqueos improvisados, el incumplimiento de las leyes de tráfico de manera objetiva, ocupación de las áreas peatonales por vehículos y negocios, así como la cantidad de instituciones, empresas, centros comerciales, de diversión, de salud, y restaurantes, cuyo fin está destinado a recibir grandes cantidades de clientes y usuarios, sin embargo, dentro de su estructura, no cuentan con áreas de parqueo o en algunos casos, la cantidad no es suficiente, lo cual provoca que los usuarios ocupen las calles y afecte la movilidad del tráfico. 

Como ciudadanos y usuarios, debemos ser conscientes de que estas decisiones y falta de acciones, nos terminan afectando a todos/as, ya que, como contribuyentes, no solo nos asiste el derecho de cumplir las obligaciones tributarias, sino también, se recibir servicios eficientes, y el del tráfico, no es la excepción.  

Como ya sucede en muchos casos, de continuar la situación, llegará el momento en que optaremos por aislarnos en nuestras casas para evitar los desagradables momentos que se viven al volante.

De nuestra parte, como peatones, es indispensable asumir la cultura del buen transeúnte:

·         Respetar el semáforo. Solo cruza cuando está en verde para el cruce de personas.

·         Usar las líneas de cebra. Debemos abandonar el hábito de cruzar por cualquier espacio entre la calle y prácticamente lanzarnos frente a los vehículos, para cruzar la calle, sin tomar en cuenta el color del semáforo. La línea de cebra protege tu vida y tus derechos.

·         Usa el puente peatonal.

·         Cede el paso si andas en vehículos

·         Usa las luces intermitentes. ¡Estas no consumen combustible!

·         No estacionar en la entrada y salida residencial. Respeta el derecho ajeno.

·         No bloques intercepciones ni presiones para el que está delante, la ocupe.

Recuerda que antes de reclamar, siempre es importante evaluar lo que estamos aportando para garantizar la paz común, aquella que se respeta y respeta el derecho de los demás.