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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

La mayoría de las iglesias cristianas (ortodoxa, católica romana, anglicana y luterana) dedican el día 22 de julio a la memoria y conmemoración de María de Magdala.

Esta mujer, conocida como María Magdalena, estuvo estrechamente ligada a Jesús el Maestro y Profeta, el Cristo, y fue una de las mujeres que le acompañaban en su recorrido ministerial de Galilea a Jerusalén.

Decir que María Magdalena fue “la Apóstol de los Apóstoles” suena algo inverosímil; sin embargo, los cuatro evangelios canónicos, narran múltiples momentos en que ella fue protagonista de destacados acontecimientos del Señor Jesús. Su presencia y participación en la historia de la existencia terrenal del maestro es indiscutible.

María Magdalena fue una de las mujeres que Jesús curó de enfermedades y espíritus malignos (siete demonios, Lucas 8:2). Es oportuno saber que esta María, no era la mujer pecadora (prostituta) que lavó los pies de Jesús en casa de Simón, el fariseo (Lucas 7: 36-50); ni tampoco era hermana de Marta y Lázaro de Betania. Ella era de Magdala, una ciudad cercana a Nazaret y Capernaum en Galilea, la provincia al norte de los reinos de Israel y Judá.

Al parecer, era relativamente rica, pero poseída por demonios, que en aquellos tiempos se podían manifestar con inestabilidad emocional, excitación fuera de lugar, vida muy agitada; pero no con una personalidad necesariamente pervertida. Por lo que se deduce, que la presencia y contacto con Jesús, calmó su ansiedad, su alborotada, apasionada e impetuosa vida. Este encuentro con el Señor Jesús le trajo “paz en la tormenta” y calmó lo que, para entonces, se consideraban influjos demoníacos. Después de experimentar el cambio en su vida, ella se dedicó con fervorosa pasión a acompañar al ambulante predicador, ayudándole a él y sus discípulos en sus necesidades (Lucas 8:3).

El agradecimiento de María de Magdala a Jesús motivó su lealtad e hizo que permaneciera en el grupo de las muchas mujeres que habían venido con él desde Galilea a Jerusalén y presenciaron su crucifixión en el Calvario. El grupo más íntimo estuvo compuesto por María, la madre del Señor Jesús, María, la madre de Santiago el menor, y Salomé. Junto a ellas, al pie de la cruz, estaba Juan, el único apóstol varón (Marcos 15: 40).

Crucificado Jesús, José de Arimatea, un miembro importante de la Junta Suprema de los judíos fue autorizado por el gobernador Poncio Pilato a enterrar el cuerpo y lo hizo en una tumba nueva. María la Magdalena, María la madre de José y Salomé vieron donde le sepultaban; y el domingo siguiente, acudieron temprano a la tumba para cumplir con la tradición de perfumar el cuerpo del sepultado.

Las mujeres que fueron al sepulcro recibieron tremenda sorpresa; pues la tumba estaba vacía. María Magdalena fue encargada de anunciar a los apóstoles que Jesús había resucitado; por tanto, ella fue quien tuvo la primicia de anunciar las Buenas Nuevas, la victoria de Jesús el Cristo sobre la muerte y el sepulcro; por tal razón, fue considerada la Apóstol de los Apóstoles.

María de Magdala jugó un importante papel en la vida de Jesús y por su fidelidad, solidaridad y perseverancia, su nombre aparece en los evangelios para dar testimonio de una singular mujer de franca probidad que sirve de modelo a toda persona creyente y seguidora de Jesús el Cristo. La adhesión de María a su libertador de los demonios, responsable de traerle paz y tranquilidad, es justificación para los que se empeñan diariamente en demostrar agradecimiento y fidelidad sin escatimar sacrificio.