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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

En los últimos años, con la relevancia que ha alcanzado el tema de la sostenibilidad medioambiental, muchas instituciones, empresas y emprendedores han aprovechado la ocasión para montarse en la ola, desde distintas formas. 

Por un lado, ha sido un momento idóneo para el desarrollo de nuevas innovaciones tecnológicas que han logrado aportes significativos para en la mejora de diversos aspectos que impactan de manera directa en el medio ambiente, como lo es: calidad del aire, tratamiento de desechos sólidos, mejora de tierras cultivables en degradación, predicción del clima y muchas creaciones más. 

Sin embargo, otros han utilizado la circunstancia para simular acciones y vender la idea mediante diferentes conveniencias, de que se están realizando acciones sostenibles al medio ambiente y en muchos casos, empresas e industrias que promueven la venta y consumo de productos y servicios con un aparente sello “ecológico, sostenible, verde” y otros nombres más, que adoptan para vender ante sus clientes y consumidores, la ideología de que mediante la adquisición de los mismos, se está apoyando la causa medioambiental, cuando en realidad los mismos no cumplen ni la quinta parte de todo el proceso que debe cumplir la cadena de valor en el mercado de producción, para obtener productos y servicios certificados verdaderamente como sustentables y ecológicos. 

Esta es una realidad más común de lo pensado y compleja en vista de que para identificar este “blanqueo” se requiere analizar la situación desde diversas perspectivas, para evaluar los verdaderos orígenes de lo que estamos consumiendo y tener la facultad de decidir. 

A simple vista, se podría concluir el hecho de que las instituciones o empresas que deciden auto asignarse sellos de sostenibilidad que no han sido avalados y otros que sencillamente no existen, lo hacen por la simple razón de llegar a nuevos grupos de clientes que conforman una nueva generación de consumidores más conscientes y sensibles ante las cuestiones medioambientales, pero la cuestión puede ir más allá. 

En el contexto medioambiental, esta práctica es conocida como, greenwashing, blanqueo o lavado verde, lo cual consiste en una manera engañosa de promover a la percepción de que nuestros productos, objetivos o políticas de organización, son respetuosos con el medio ambiente con el fin de aumentar los beneficios, así como la reputación de marca, sin que realmente lo sea. De hecho, son todo lo contrario.

De manera que el greenwashing o lavado verde, se constituye en una estafa al promover criterios que no cumplen, y publicidad engañosa, en el caso de que no sean totalmente transparentes referentes a que los productos o servicios que ofrecen no son 100% sustentables. 

Entre las formas más comunes de hacer “lavado verde”, se encuentran: 

1.- Productos que aseguran estar certificados por organismos reconocidos que validan sus beneficios ambientales o sociales, pero no es cierto. 

2.- Engañar y confundir al público mediante el uso de información irrelevante y ambigua en la descripción de los productos. 

3.- Agregar información cierta pero totalmente irrelevantes para el consumidor, solo para lograr captar su atención y que consuman los productos o servicios. 

2.- Engañar y confundir al público sobre las prácticas ambientales de una empresa o los beneficios ambientales de un producto o servicio. 

Existen múltiples formas de engañar y estafar mediante el “lavado verde”, sin embargo, es importante recordar que, como consumidores, siempre tendremos la última palabra y el poder de decidir comprar de manera inteligente, no por moda. 

¿Cuáles condiciones facilitan el greenwashing?

Sin dudas, el principal factor que permite la generación de un ecosistema de lavado verde, lo constituye la falta de regulaciones estatales reglas de etiquetado verde, claras, un eficiente sistema de supervisión y penalización de la acción del lavado verde, en vista de que esta operación representa literalmente, un crimen para la población que cree adquirir un producto y al final, consume otro, quizás a un mayor precio. 

Es importante que las leyes y el sistema educativo, velen y promuevan la educación al consumidor como formas de preservas sus derechos, su salud y bienestar, economía y salud en general. 

Así que, si estas en proceso de transición a un modo de vida más sustentable, de ahora en adelante te motivo a indagar sobre el origen de los productos y servicios que consumes, que no se limita a que tengan una marca que los acredite como “verdes”, sino que va más allá, hasta el punto de valorar la calidad de vida de los empleados, tratamiento de las aguas utilizadas en su producción, origen de la materia prima y otros más.