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Opinión | Riamny María Méndez Féliz

Este es un momento clave para decir alto y claro si queremos o no queremos a nuestras niñas, sobre todo si las respetamos o no. Y los miembros de cualquier partido cuya dirigencia tenga el descaro de llevar un abusador como candidato, deben dar el ejemplo y parar tal sinrazón

¿Usted recibiría en su casa al ladrón del barrio? ¿Le abriría las puertas al que roba retrovisores, motores o despoja a las señoras de sus carteras? En mi experiencia, incluso a los ex ladrones que cumplieron con sus condenas y han probado que ahora se dedican a una actividad honesta, se les dificulta la reinserción social.  Valoramos nuestras cosas y nuestra reputación. No queremos que nos asocien con el robo.

Me pregunto, entonces, si para muchas personas las niñas y adolescentes valen menos que un retrovisor, un motor o cualquier objeto caro o barato. Los abusadores, sin cumplir condena ni pasar por ningún tipo de justicia, son recibidos en las casas, aceptados en las oficinas, no son repudiados por una parte de sus familias (como con frecuencia ocurre con chicos acusados de ratería).

 Y, ¡oh sorpresa!, los abusadores hasta pueden ser candidatos a importantes posiciones políticas y encontrar apoyo en sus partidos y en una parte de los votantes no afiliados a sus organizaciones.

Así que me pregunto, ¿queremos a las niñas más que a un retrovisor?, ¿nuestra reputación se arruina menos si nos juntamos con un violador o abusador sexual que con el ladronzuelo del barrio?

Hablemos claro. Los adultos que tienen sexo con niñas, niños o adolescentes cometen abuso sexual, un delito muy grave, que tiene serias consecuencias en las vidas de los menores y en toda la sociedad. Es uno de los delitos más graves y no debemos normalizarlo. Las y los menores de 18 años no tienen capacidad para consentir.

Y no, no hay niñas que se portan como “mujeres viejas”, no hay menores que seducen viejos verdes, y no hay excusas para apoyar a un candidato a alcalde que admitió en televisión nacional que sostuvo relaciones sexuales y embarazó a una adolescente de 16 años.

Las excusas que ese candidato da para justificar sus acciones, 14 años después, son tan inaceptables como las de aquel entonces. No, no estuvo con una “joven mujer”, como sostiene en un video, se acostó con una adolescente. Tampoco lo hace menos responsable por sus acciones el hecho de que ella haya estado o no casada antes, con autorización de sus padres, debido a tecnicismos legales ya superados.

El político, que aspira a la alcaldía de Santo Domingo Este, el municipio más poblado del país, se libró en ese momento de responder ante la justicia. ¿Ahora vamos a correr el riesgo de que tenga tanto poder como para dirigir la política deportiva y artística de un municipio? ¿A usted le gustaría que una niña o adolescente de su familia sea parte de un equipo deportivo municipal, con un alcalde que admitió que tuvo relaciones sexuales con una menor?

A veces parece que solo nos conmueven los abusos contra niñas y adolescentes cuando son cruelmente violadas y asesinadas. No voy a recordar los casos recientes, todos los tenemos en la cabeza y el corazón.

Pero sí es importante recordar que todavía hay cierta licencia social que justifica el abuso contra las niñas y adolescentes, que las llena de culpa cuando son violadas por adultos, que con frecuencia se les acusa de estar a la hora equivocada, en el lugar equivocado y con la ropa inapropiada. Y ya basta.

Si un partido puede llevar como candidato a un hombre que admitió en televisión nacional que se acostó con una menor (lo que actualmente se considera un delito en cualquier circunstancia), que para justificarse la culpó a ella y a sus padres, y no sufrir ninguna consecuencia, me parece claro que como sociedad le estamos diciendo a las niñas que no son tan importantes. Les estamos gritando que no las queremos tanto y que, a fin de cuentas, el ratero del barrio, que solo dañó nuestro carro o se robó una motocicleta, merece más reprobación por sus actos que alguien que abusa de ellas.

Este es un momento clave para decir alto y claro si queremos o no queremos a nuestras niñas, sobre todo si las respetamos o no. Y los miembros de cualquier partido cuya dirigencia tenga el descaro de llevar un abusador como candidato, deben dar el ejemplo y parar tal sinrazón. No somos cómplices de violadores, al menos en eso debemos estar de acuerdo sin importar ideología, religión o pertenencia o no a un partido político. No somos cómplices de violadores. A los violadores los condenamos al ostracismo político, no le damos publicidad, no votamos por ellos. En esta columna ni vamos a decir sus nombres, deben quedar en el basurero de la historia de sus propios partidos y de toda la sociedad. 

*La Canoa Púrpura es la columna de Libertarias, espacio sobre mujeres, derechos, feminismos y nuevas masculinidades que se transmite en La República Radio, por La Nota.