Muchos de los niños y adolescentes que intentan llegar a Estados Unidos son víctimas de robos, secuestros, violaciones o incluso asesinatos. Más de 35.000 menores migrantes no acompañados procedentes de Centroamérica y México fueron detenidos en la frontera sudoccidental de Estados Unidos en 2015.
Es un 41% menos que los 68.000 del año pasado, una disminución que no alivia la preocupación por los riesgos que corren estos niños y adolescentes cuando emprenden la peligrosa travesía “al norte”.
Muchos son víctimas de robos, secuestros, violaciones o incluso asesinatos. “Yo lo único que quería era llegar para poder ayudar”, afirma Bryan (nombre ficticio), que con 17 años dejó Honduras junto a su prima, un año menor que él, y perdió una pierna mientras viajaba en un tren de carga camino a Estados Unidos.
No tiene muchos recuerdos de ese momento que puso fin a su “sueño americano”: cree que se durmió y cayó a las vías. Luego permaneció ingresado en un hospital más de un mes y fue trasladado a varios albergues en México, antes de tomar el primer avión de su vida para regresar a Honduras.
Como Bryan, la mayoría de los niños y adolescentes que viajaron el año pasado sin compañía de un adulto hacia Estados Unidos procedía de Honduras, El Salvador o Guatemala, el llamado “Triángulo Norte de Centroamérica”.
La violencia y la pobreza son las causas principales de esta crisis migratoria. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) trabaja con los Gobiernos de esos países para mitigarlas y garantizar los derechos de los menores que huyen en busca de un futuro mejor. Según UNICEF, la clave está en aumentar la inversión en servicios sociales, educación y empleo y en reforzar la lucha contra la impunidad de las redes criminales.