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Derechos humanos | José Luis Soto

El viaje de noche y con mal tiempo da miedo. Pensó que era “la maravilla” cuando, después de un día y una noche en una yola, al fin vio las luces palpitar desde la costa.

  Al llegar a tierra tuvo que correr, sin saber a dónde ir, con direcciones anotadas que de nada sirvieron en una zona totalmente desconocida.

Pero al fin llegó el rescate.

Una guagua. Abordo un boricua que se dedica a ganar dinero transportando inmigrantes de la República Dominicana que traen papeles que no valen nada por estos lares. Aquí no son ciudadanos. En palabras de Giorgio Agamben, el filósofo italiano que decidió nunca jamás volver a los Estados Unidos, lo que les queda aquí es la “nuda vida”. Es decir, la desprotección política, la no garantía de sus derechos humanos.

Esta es la historia que nos cuenta Luis Polanco Ramos, de 50 año de edad, quien entró a Puerto Rico por Aguadilla junto a un grupo de 43 inmigrantes. A 14 años de haber llegado, dice que está loco por regresar a “La República”, pues 14 años de inmigrante significan 14 años sin ver a su familia, entre ellos cuatro hijos y seis hermanos.

 

“Es demasiado tiempo aquí sin la familia, los hijos. El hijo mío mayor yo lo dejé de 12 años, la más chiquita la dejé de siete”. Polanco está sentado en una silla de plástico, luego de haber tomado un curso nocturno de alfabetización en la sede de la Alianza Dominicana, ubicada en la Avenida Ponce de León en Santurce, el barrio capitalino de San Juan que es también la capital dominicana en Puerto Rico. El hombre habla bajito y pausado, hay que esforzarse para escucharlo. Luis Polanco Ramos, al centro, durante las clases de alfabetización ofrecidas en la Alianza Dominicana en Santurce. Foto Erika P. Rodríguez

Es oriundo de Miches, municipio de la provincia El Seibo al noreste de la República Dominicana, de donde zarpó su yola. Después de cursar su cuarto grado de primaria en ese municipio, no volvió a pisar el aula, pues se dedicó a una sola cosa: trabajar. Antes, mientras estudiaba, trabajaba. Pero también pescaba, y recuerda que mientras lo hacía, se dormía junto a la mar.

“Uno tenía que explicar la clase, aunque fueran dos páginas, tenías que explicarla al otro día. Y como yo tenía buena mente, yo me llevaba ese escrito pa’ la mar y me lo aprendía cantando, como una canción. Y al otro día cuando iba a la escuela y me tocaba (explicar la clase) la profesora me preguntaba cómo es que yo me lo aprendía, si estaba pescando”.

Desde que llegó a Puerto Rico vive en la barriada Las Monjas en Hato Rey y hace lo mismo que hacía en “La República” desde niño: trabajar. Enseguida comenzó a mandar dinero para la familia. “Cuando yo trabajaba, que había trabajo, yo a la mamá mía le mandaba hasta 500 dólares”.

En 1990 la comunidad dominicana se convirtió en la mayor población de inmigrantes viviendo en Puerto Rico, superando así a la inmigración de procedencia cubana. El Negociado del Censo de ese año registró 37,505 personas dominicanas viviendo en Puerto Rico y, desde entonces, esa población no ha dejado de solidificarse como fuerza económica, política y cultural; como tampoco ha dejado de ser blanco de xenofobia, abuso policíaco e institucional, racismo y explotación laboral. Avenida 

Pero el panorama comenzó a cambiar, y hace dos años es Haití el país de procedencia de la mayoría de los que llegan por el Mar Caribe. El alza en haitianos coincide con la aprobación en el año 2013 de la legislación que retira la ciudadanía a miles de ciudadanos dominicanos hijos de inmigrantes haitianos. Distinto a los dominicanos, son pocos los haitianos que se quedan en la isla. Estados Unidos y Canadá les resultan más atractivos, por lo que ven a Puerto Rico solo como puente.

A la vez que se daba el alza en la cantidad en inmigrantes haitianos, la cantidad de dominicanos iba descendiendo. En el año fiscal 2003 el BorderPatrol detuvo a 1,585 inmigrantes dominicanos y en 2014 capturó a 133.

La desilusión del inmigrante dominicano en Puerto Rico

“Antes de yo llegar acá, las personas bajaban de aquí a ‘La República’ bien brillosos. Tú sabes, con dinero y cadenas y cosas. Y uno creía que esto era la gloria y que esto era recogiendo aquí y entonces uno se montaba en bote pa’ coger pa’ cá. Y no era así. Era que algunos lo cogían prestau, cadena prestá, anillo prestau, reloj, y tópa’ bajar de aguajero a enseñar. Y se le dañaba la mente a uno. Pero ahora no hay trabajo. He estado hasta dos meses sin dar un golpe, y el que no tiene papeles no puede solicitar desempleo”, cuenta.

Luis Polanco ha realizado trabajos por los que no le han pagado, pero nunca ha presentado querellas ante el Departamento del Trabajo. Ni siquiera cuando tiró un tope para lozas a 1,500 pies de piso en Vega Baja solo para quedarse con las manos vacías. El contratista que lo empleó cobró pero no le pagó a sus empleados.

En enel año 2000, cuando llegó Polanco, el Censo registró 56,145 habitantes de origen dominicano viviendo en Puerto Rico; el desempleo rondaba el 12%. Ahora llega a 14%, según el Informe de Empleo y Desempleo de septiembre de 2014 emitido por el Departamento del Trabajo. En 2010, el Censo arrojó que viven 68,036 dominicanos y dominicanas en Puerto Rico. Todos los expertos en temas de migración coinciden en que los números del censo sobre la población dominicana están subestimados. 

Actualmente, entre inmigrantes sin documentos válidos en territorio estadounidense, residentes temporeros, residentes permanentes y ciudadanos, el número de dominicanos y dominicanas viviendo en Puerto Rico sobrepasa los 300 mil, según el cálculo de José Rodríguez, presidente del Comité Dominicano de los Derechos Humanos, quien pone en duda las estadísticas oficiales.

Pero más allá de los números, una buena muestra del arraigo de la comunidad dominicana en Puerto Rico se encuentra por ejemplo en la Avenida Ponce de León, arteria que funge como pantalla del asentamiento cultural y el auge comercial de una porción de esta población de inmigrantes. En esa avenida, en especial por el tramo que va desde la Parada 26 en Santurce hasta el área de Miramar, se aglomeran más de una decena de amplios restaurantes que se intercalan con centros culturales, oficinas, colmados y salones de belleza que son propiedad o atendidos mayormente por inmigrantes de la República Dominicana.

En ese trecho ubican las sedes del Partido Revolucionario Dominicano, la Alianza Dominicana por la Unidad en Puerto Rico, el Club Cultural Dominicanos Unidos y el Consulado de la República Dominicana. Además, la lista de gremios bajo los que se organiza la comunidad es extensa: Club de Leones de Quisqueya y Boriquén, la Asociación de Barahoneros, el Colegio de Periodistas Dominicanos, el Comité Dominicano de los Derechos Humanos y varios otros.

No obstante, existe una realidad de la inmigración dominicana que no se palpa en la superficie de la Avenida Ponce de León. Para ver al menos algo de esa otra realidad, habría que adentrarse a la Avenida Borínquen en Santurce y aventurarse por sus recovecos, llegar a Villa Palmeras o entrar a Barrio Obrero y seguir por la Avenida Barbosa hasta llegar a las barriadas de Río Piedras; las zonas residenciales donde se percibe alegría pero también la pobreza de los inmigrantes trabajadores y trabajadoras, no propietarios, no profesionales, y muchos de ellos, no ciudadanos.

Las remesas

En la Avenida Ponce de León en Santurce, cerca del Consulado Dominicano, hay un establecimiento que combina cafetería y el negocio de envío de valores. Se llama “Cafetería Mangú con RIA”, en referencia a RIA FinancialServices, una compañía de envío de valores, y al plato típico dominicano que sirven allí. En el Paseo de Diego en Río Piedras y en la Avenida Borínquen en Santurce se ven muchos de esos establecimientos con letreros que leen “Envío de Valores”, la mayoría decorados con una bandera quisqueyana.

El dinero que los inmigrantes envían a su país de origen es llamado remesa, y a la República Dominicana entraron unos $4,262 millones por ese concepto en el 2013, según el Banco Central de la República Dominicana. En noviembre, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley para imponer un impuesto de 2% a a toda transferencia monetaria desde Puerto Rico hacia el extranjero, lo cual incluye las remesas.

En lo que va de 2014 a la República Dominicana llegaron $31,394,871 procedentes de Puerto Rico, entre transferencias monetarias hechas por individuos y empresas privadas, según la Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras. Esto coloca a “La República” como el segundo país a donde llega más dinero desde Puerto Rico después de Estados Unidos, a donde fueron transferidos $108,154,977 durante el mismo periodo. El tercer lugar lo ocupa China, con $14,219,996.

Detención

En un Kentucky FriedChicken de Cabo Rojo hay dos agentes federales almorzando. Entran tres hombres con la ropa llena de cemento y piden un combo familiar con siete jugos. Ven a los federales y dos de ellos proponen irse; la cantidad de comida que pidieron puede levantar sospechas entre los agentes.

Finalmente salen del restaurante. Los federales los ven y los persiguen hasta que entran a un proyecto de construcción donde hay un grupo de inmigrantes. Al rato llegan tres patrullas y los arrestan. Unas horas más tarde estaban en lo que era el Centro de Detención de Aguadilla, “todos temblando de frío”, recuerda Luis Polanco.

En ese cuarto, donde esperó alrededor de ocho horas, Polanco pensaba en una sola cosa: pronto vería a su familia. La posible deportación no le causaba angustia sino júbilo. Cuando al fin llegó un oficial y lo llamó, Polanco le dijo: “yo lo que estoy es contento porque voy para Santo Domingo, tengo tantos años sin ver a mis hijos y ya los voy a ver mañana”. Pero el oficial afirmó: “usted no va pa’ ningún lao”.

“A mí me soltaron porque llevo casado mucho tiempo y nosotros estábamos allá trabajando. Yo tenía un proyecto en Cabo Rojo, otro en Aguadilla, dos en Guaynabo, en Mayagüez otro, en Boquerón habían dos y en todos he tenido que trabajar. A las cinco nos levantábamos pa’ ligar arena, pa’ tirar toping. Salíamos a las seis, ya de noche a comprar comida y volvíamos otra vez para comer y acostarnos, y así era”.

Lo han detenido al menos cuatro veces después de esa ocasión en que los federales lo persiguieron hasta el proyecto de construcción. Surge la pregunta sobre los abusos policíacos contra la comunidad dominicana que se han denunciado, pero Polanco afirma que nunca ha pasado por esa mala experiencia.

En Puerto Rico el Comité Dominicano de Derechos Humanos lleva 15 años echándole el ojo a policías xenófobos que abusan de integrantes de la comunidad dominicana. Este Comité informó a la Unión Americana por las Libertades Civiles (ACLU) que entre 2000 y 2011 la policía asesinó a 26 hombres inmigrantes de la República Dominicana en Puerto Rico, según el informe “Isla de Impunidad” preparado por la ACLU en el 2012. El informe añade que líderes de la comunidad dominicana, la ACLU y otros grupos que abogan por los derechos civiles llevan años denunciando casos de abuso policíaco motivado por origen nacional en varias comunidades predominantemente habitadas por inmigrantes de la República Dominicana.

A dos años de la publicación del informe de la ACLU, esa organización, la Policía, ni el Comité Dominicano pueden constatar si ha habido un alza o una reducción de casos de abuso policíaco contra la comunidad dominicana. William Ramírez, director ejecutivo de ACLU, explicó que solo cuentan con anécdotas de víctimas, pero no hay datos que den constancia precisa de la cantidad de casos.

“Hay algunos policías que se ponen malcriados y otros que no quieren saber de los dominicanos y entonces se ponen frente con uno. Pero a mí me ha salido bien chévere”, comenta Polanco, quien hace 11 años llenó los formularios que se requieren para regularizar su estatus migratorio y al momento de esta conversación no había recibido respuesta.

Pero ya no quiere esperar más por la ciudadanía estadounidense. Cuando llegó su meta era conseguirla y permanecer aquí, ahora dice que “aunque la consiga, me quiero ir”.

Esta historia fue publicada por el Centro de Periodismo Investigativo

Sobre el Centro de Periodismo Investigativo

El Centro de Periodismo Investigativo (CPI) es una entidad sin fines de lucro creada en 2007 por la periodista Omaya Sosa Pascual, ex presidenta del Overseas Press Club, y el periodista y abogado Oscar J. Serrano, ex presidente de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico, para fomentar el acceso a la información del pueblo de Puerto Rico mediante dos vías: la investigación periodística y la litigación.

El CPI está ubicado en la Escuela de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, junto a una clínica legal especializada en derecho a la información. Por medio de esta, a la vez que se prestan servicios Pro Bono a la comunidad, se forma a los estudiantes de derecho en este campo en un modelo de aprendizaje mediante el servicio.

Para consultar el trabajo que realizan favor visitar su portal http://periodismoinvestigativo.com/