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Cultura y sociedad | Por Pierre Ruquoy (Pedro),cicm / misionero en Sambia/Africa

Hace ahora cinco días que yo vivo en una constante tensión debido a un descubrimiento muy especial: a las 8 de la noche, después de la cena, entré en mi habitación para tomar mi medicina. Esta me escapó de la mano y cayó en el piso; al querer recogerla. vi una especie de tubo negro que empezó a moverse. ¡Era una gigantesca serpiente! Salí huyendo y gritando de miedo.

Dos minutos después, seis muchachos. armados de palos, se pusieron a buscar a mi huésped clandestino. Inspeccionaron cuidadosamente cada rincón de mi choza. removieron todos los libros de la biblioteca y abrieron cada cajón del armario. Pero no encontraron nada. ¿Dónde estaba el peligroso reptil? Todo el mundo estaba convencido de que yo había tenido una alucinación debido a la enfermedad de Parkinson. Pero al día siguiente, después de una noche difícil, debajo de mi escritorio encontramos una especie de biscocho nauseabundo dejado por el famoso animal. No cabía duda de que todavía estaba conviviendo conmigo. Otra vez, buscamos la serpiente pero fue de nuevo en vano. Podía ser una víbora, una mamba negra o una cobra. En los tres casos, se trataba de una serpiente muy venenosa. Los muchachos concluyeron que se había ido por un pequeño hoyo dejado en la pared por unos ratones. Por cierto. yo no estaba convencido pero tuve que resignarme a vivir en ñi choza y a encontrarme en cualquier momento con ese animal antipático: me tocaba vivir en una constante inseguridad. De hecho, cuando algunos lagartos se ponen a brincar en la mesita de mi oficina, sobresalto pensando en la serpiente:

Esta experiencia me hizo reflexionar intensamente sobre la falta de seguridad presente en nuestra vida diaria aquí en la sabana de Zambia. Por ejemplo, ayer, un joven visitante se hizo picar por una avispa. Su cuerpo entero empezó a reaccionar y a hincharse. Con prisa, lo llevamos al pequeño dispensario de Muñungushi Agro (el pueblito donde está construido nuestro orfanato' pero el enfermero no pudo hacer nada por no tener la medicina necesaria para este tipo de problema. El joven seguía hinchándose y empezaba a tener dificultad para respirar. Nos quedaba una sola opción: llevar el enfermo al hospital general de la ciudad de Kabwe con nuestra camioneta. Tratamos de movernos lo más rápido posible pero por causa de la lluvia, tomamos casi tres horas para llegar. Gracias a Dios, llegamos a tiempo y pudimos impedir lo peor. Algunas semanas antes, no tuvimos la misma suerte: Eran las 6 de la tarde, una pareja joven apareció en el patio de nuestro centro, suplicándome de llevar su bebe recién nacido al hospital de Kabwe. Viendo el estado del niñito. decidí no perder más tiempo y viajar con los tres hacia la ciudad. Llegamos de noche al hospital con el niñito vivo pero cinco minutos más tarde, él falleció en los brazos del médico.

Supongo que saben que en muchos países de Africa. la mayor causa de muerte es la malaria. Esta enfermedad puede matar en cuestión de horas y, aquí en Zambia, casi todo el mundo ha sido afectado por ella. Cuando alguien tiene una crisis de malaria no puede dilatar y debe en seguida tomar la medicina adecuada, Normalmente, todos los dispensarios y hospitales del país tienen los remedios en contra de la malaria pero, la última vez que uno de nuestros huérfanos mostró señales de malaria, el enfermero de Mulungushi Agro estaba fuera por algunos días y, otra vez tuvimos que viajar lo más rápido posible hasta la farmacia más cercana: ¡tres horas de camino para ir y tres horas para volver!

La inseguridad no es solamente presente a nivel de la salud pero también a nivel de la economía. Desde el !5 de noviembre hasta el principio de este mes de abril, se supone que estamos en la temporada de lluvia. Pero, la lluvia empezó a caer sólo después de la navidad. Al final de noviembre, habíamos sembrado nuestro maíz pero lo perdimos por falta de agua. Esta triste experiencia fue compartida por muchos campesinos y campesinas de la región. Hay que saber que Zambia está viviendo una crisis muy grande: la inseguridad alimentaria es parte de la vida de casi todos los habitantes. Esta mañana, recibí un mensaje de Bonifacio, uno de los huérfanos que dejó nuestro centro hace cuatro años para casarse y empezar su vida: "¿Cómo está Usted, BaPierre (Pedro)? Por favor, Ayúdeme a encontrar algo para comer! Tengo hambre," La inseguridad está también presente en nuestro centro: Nos queda dinero para vivir hasta el mes de agosto próximo. Nuestros bienhechores son menos que antes y la cosecha se anuncia pobre por falta de lluvia.

A nivel más personal, tengo la impresión que la enfermedad de Parkinson está ganando terreno y que mis limitaciones crecen cada día más. ¿Por cuánto tiempo podré seguir guiando este orfanato? ¿Quién vendrá para tomar la batuta? ¿Qué pasará con los niños y jóvenes que viven conmigo? Hasta ahora. estas preguntas no tienen respuestas y ponen a uno en un estado constante de inseguridad.

La inseguridad marca profundamente la vida de todos los pobres del mundo. Para ellos y ellas, la presencia amorosa de Dios es la única cosa segura. La confianza absoluta en El, es lo que les mantiene animados. Si queremos ser solidarios con los pobres y asumir el voto de pobreza, quizás tenemos que aceptar vivir en la inseguridad con alegría. Esto nos permitirá sentir más intensamente la mano de Dios en nuestra caminata de cada día.