El líder comunitario sueña con pasar al mundo político partidario sin abandonar su rol en la comunidad. Conseguir esa dualidad requiere, antes, tener claro lo que quiere conseguir en uno u otro bando. Cuidado con confundirlos.
Los partidos políticos se proponen —se ha dicho antes— ascender al Poder del Estado. En teoría, desean el Poder para impulsar el desarrollo de la nación, incluyendo todas las comunidades del país. Cuanto más pobres, más atención.
Las organizaciones comunitarias, por el contrario, luchan por el bienestar de su comunidad en particular. Aunque, una que otra vez, se solidarizan o colaboran en las luchas de las comunidades vecinas.
Visto a la ligera, lo anterior parecería como si fuera que el propósito del partido conjugara el de los grupos comunitarios. Como si lo estuviera elevando a la dimensión nacional.
Pero los líderes políticos necesitan a los líderes comunitarios para influir en los ciudadanos a la hora de votar. Para ascender al Poder.
Prometen soluciones hasta para los problemas que no existen. Y luego que son elegidos para el cargo que aspiran se olvidan de las promesas hechas. Les pasa como a los sueños de Pedro Calderón de la Barca: son sólo sueños.
La razón de los líderes comunitarios es contraria a la de los líderes políticos. Estos buscan una solución rápida y definitiva a los problemas que aquejan a la comunidad desde hace años.
Hay líderes, no obstante, que dan el paso sin tomar las previsiones pertinentes. En la mayoría de los casos estos terminan frustrados ya que los mismos políticos que lo sonsacaron se encargan de impedir que logren sus objetivos.
Cuando llega el fracaso los líderes intentan regresar a ser guía de nuevo en su comunidad. Pero ya nadie confía en ellos. La historia de los barrios, urbanizaciones, pueblos y provincias está repleta de ejemplos. Las iglesias incluidas.
El Padre Toño
Para poner sólo un ejemplo, el caso del Padre Toño es aleccionador. Paulino Antonio Reynoso, nombre de pila del sacerdote apodado Padre Toño, nativo de Hato Mayor, Fantino. Él oficiaba sus misas en Jarabacoa, municipio de la provincia La Vega.
Las homilías del clérigo se propagaban como pólvora en el viento. Los feligreses católicos, líderes comunitarios y militantes políticos de la izquierda lo aupaban. Ellos decían que los sermones de Toño eran tumba gobierno.
El Padre —para reforzar la popularidad— publicaba artículos semanales en el periódico El Nacional. La gente, sin importar la clase social, hacía fila para comprar el diario vespertino. Tanta fama cobró el Padre Toño que terminó colgando la sotana para incursionar en la política.
No le valió la formación sacerdotal rigurosa de la iglesia católica. La ambición lo atrapó, en consecuencia, la popularidad se le fue de las manos.
Antonio Reynoso, ya en el mundillo de la política se hizo candidato presidencial en 1994, por el Partido Nueva Esperanza y otros aliados de poca monta. El nombre del partido —estoy casi seguro— nadie lo recuerda ya hasta que lo leyeron aquí. Desapareció.
El Padre Toño corrió la misma suerte. La burbuja que lo elevó se desinfló, por tanto, cayó tan rápido como subió.
Traigo a colación el ejemplo anterior para que se tenga una idea de qué tan convincente es la percepción del Poder. Intelectuales y simples bachilleres terminan envenenados por su aguijón.
¿Qué hacer?
La Guía editada por la Fundación Solidaridad y puesta a circular la semana recién pasada puede ayudar a los líderes comunitarios a definir sus propósitos. El artículo anterior fue sobre la citada guía.
La Guía para la Gestión y Fortalecimiento de Organizaciones Comunitarias puede ser descargada gratis en el siguiente enlace: https://solidaridad.do/wp-content/themes/soli/docs/Gu%C3%ADa-para-la-gesti%C3%B3n-y-fortalecimiento-de-organizaciones-comunitarias.pdf
En suma, sólo hay una forma de evitar las decepciones, aferrarse al papel que corresponde a cada quien. Pasar de un lado al otro no necesariamente indica ascenso. Donde a usted lo necesitan, ahí usted rinde. No permita que le vendan sueños.