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Opinión | Por Orlando Beltré

La jugada estrella del Presidente Luis Abinader para atajar el acuciante problema migratorio domínico-haitiano ha dejado resultados decepcionantes. Realmente, hay que reconocer que reunir a los expresidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina fue una idea genial.

El país esperaba un huracán de soluciones… y al final solo hubo postureos y brisas de palabras vacías. 

Propuestas de más reuniones, unas en el Consejo Económico y Social, otras bilaterales. Reuniones y más reuniones para definir una política migratoria frente al vecino país. ¡Pero es que la política migratoria dominicana ya está definida en la Constitución de la República y en la Ley General de Migración! 

Terminar la construcción de la valla perimetral y sellar de militares cada metro de la frontera es algo que ya se ha estado haciendo y que es además legítimo y entendible dado el auge de las bandas y el deterioro de la situación en el vecino país. Que quede claro: ¡hoy día por la frontera solo cruza quien los militares dejan cruzar, sea por dinero, o por lo que sea!

Tanto el Presidente Abinader como los exmandatarios reunidos el miércoles 14 de mayo de 2025   han huido a plantear lo que al final se ve inevitable: se impone una regularización de la población migrante que lleva ya años trabajando y conviviendo en el país, que ha creado una descendencia, que ha adquirido unos hábitos y que ha generado unos derechos que son fundamentales y cuyo respeto y reconocimiento engrandecerían a la nación de acogida. 

Las deportaciones masivas, abusivas e indiscriminadas no son la solución. Lo está diciendo incluso el empresariado dominicano en su conjunto desde las distintas entidades que los agrupa. El campo agoniza. Los constructores se asfixian. El comercio naufraga. Los hoteles, bares y restaurantes se tambalean ante la desaparición de una mano de obra que es crucial para la supervivencia de todos y sobre la que ha estado basada su competitividad durante las últimas décadas. 

El que se regularice a los que están y que los que vengan lleguen con permisos y contratos de trabajo garantiza un marco regulatorio y una convivencia pacífica que además propicia el bienestar y el crecimiento económico a ambos lados de la isla.   

Las expectativas generadas por la reunión de presidentes venían del hecho cierto de que desde la masacre de 1937 hasta la controvertida sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional en 2013 —que despojó de la nacionalidad a descendientes de haitianos—, las relaciones binacionales han navegado de conflicto en conflicto ante la ausencia de acuerdos diplomáticos sólidos que han dejado a miles de hombres, mujeres y niños en un limbo jurídico y social.  Alarmante es el número de brillantes estudiantes dominicanos descendientes de inmigrantes que han concluido el nivel secundario y que no han podido ingresar a carreras universitarias debido a su situación migratoria. 

De la cumbre de presidentes se esperaba que por su formación, experiencia y sapiencia fueran capaces de formular propuestas que convirtieran los desafíos que presenta la problemática migratoria en oportunidades para de país. Se esperaban propuestas que incluyeran:  

Regularización migratoria: Establecer visas laborales temporales y procesos de contratación transparentes, asegurando derechos laborales y contribuciones fiscales, equilibrando demanda laboral y control migratorio.  

Inversión en desarrollo fronterizo: Para nadie es un secreto que la pobreza extrema en Haití, donde el 60% de la población vive con menos de dos dólares al día y donde los servicios públicos esenciales son inexistentes, es el principal motor de impulso a la migración.  El concurso y participación de la República Dominicana en proyectos de infraestructura, salud y educación cofinanciados por la comunidad internacional en zonas fronterizas reduciría la presión migratoria y fomentaría la estabilidad regional.  

Diálogo diplomático continuo: La creación de una comisión bilateral permanente, con mediación de organismos como la OEA o la ONU, podría abordar temas sensibles como deportaciones, seguridad y trata de personas, evitando decisiones unilaterales.  

Campañas de sensibilización: Combatir la xenofobia y las prácticas de rechazo conscientes o inducidas mediante programas educativos que destaquen los lazos históricos y culturales entre ambos pueblos, promoviendo una narrativa de respeto mutuo.  

Propuestas formuladas bajo el convencimiento de que la falta de acción perpetúa la tensión y amenaza la estabilidad de toda la isla.  La solución a esta problemática es una necesidad estratégica, porque ambas naciones unidas por geografía y destino tienen la obligación histórica de construir un futuro donde la migración no se criminalice, sino que se gestione con justicia y visión de largo plazo. Simulando al gran Pedro Mir: “Hay un país en el mundo llamado La Española, y su supervivencia depende de que sus dos mitades aprendan a caminar juntas”.