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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

En el recién proceso electoral, el leonelismo preveía una recomposición de sus fuerzas a lo interno del P.L.D. Como no sólo fue una repostulación presidencial, sino una repostulación generalizada, quedaba la esperanza de mantener sus tropas cohesionadas en puestos claves. Léase la vicepresidencia, puestos en el congreso y plazas políticas de relativas autonomías como son algunas grandes alcaldías.  

Pongamos por caso el Distrito Nacional y Santiago de los Caballeros, los cuales son dos de los municipios de mayor peso político del país.

 En el Distrito Nacional el actual alcalde, Sr. Roberto Salcedo, apostó a su reelección, a pesar del amplio rechazo de los capitalinos a su gestión. Calculó que un simple llamado del Presidente de la República-candidato y el presidente del partido a votar entero, le resolverían el problema. Ya se sabe que calculó mal.

 No imaginó que podía ser víctima del emprendurismo de un joven con limitada experiencia política. Pero los capitaleños percibían la situación de manera distinta y utilizaron esa fresca candidatura como catalizador para obrar sus catarsis. Los hechos están ahí, David Collado, en representación del PRM, le arrebató el voto, mucho a poco, al alcalde Roberto Salcedo. Como me dijo mi vecino Tato: “cuando el hombre está de mala, hasta la mujer se le niega”. Hacerle fuíquiti al fuíquiti-fuíquiti repercute en los planes de reposicionamiento del Dr. Fernández.

 ¿Por qué el alto porcentaje de votos recibido por el Lic. Danilo Medina para Presidente de la República no se expresó en Roberto Salcedo para repetir como alcalde?

 En círculos cercanos a la corporación púrpura se murmura entre dientes que desde lo alto del poder se bajó la línea para que las cosas resultaran como resultaron.

 En Santiago de los Caballeros el asunto fue diferente. Aquí el PLD postuló para alcalde a Abel Martínez Durán, un protegido de Fernández Reyna. Abel Martínez se alzó con el triunfo con más del 52% de los votos emitidos, que no son pocos en una plaza tan difícil como la Ciudad Corazón.

 ¿Se mantendrá incólume la lealtad de Martínez al leonelismo, ya que el danilismo no bajó ninguna línea?  

 Si la respuesta es positiva, entonces el presidente del partido deberá operar desde Santiago. Porque aquí tendría su mayor fuente de poder. Sin embargo, creo que tener el bunker en el interior es cosa difícil, sobre todo para quien se acostumbró a ver desde afuera y desde arriba.

 Con todo, vale la pena recordar que Fernández es fundador del Partido. La metodología de trabajo de los morados se sustenta en partir de lo local a lo general. Aunque es verdad que esta concepción metodológica se dejó de lado al ascender al poder, no menos cierto es que puede ser desempolvada, 20 años después.

 Pero el principal obstáculo del Dr. Leonel Fernández es que entre sus habilidades políticas no se cuenta la de ser un organizador habilidoso. Pues se muestra distante y ajeno a la base de su partido, y a la base de la sociedad dominicana. Y lo peor de todo es que él cree que el lenguaje puede suplantar la realidad.

 De ahí se deriva el vicio de su yo vibrátil de emborracharse escuchándose asimismo. De lo genial que se cree. Y, embriagado de su retórica grandilocuente,  del autobombo y la paja discursiva, olvida la tensión necesaria entre la política y la ética, entre el decir y el hacer.

 De modo que Abel Martínez bien podría demarcarse del leonelismo, por las siguientes  razones. 1ro. un fracaso de su gestión lo enviaría a un limbo político. 2do.  su éxito pasa por el apoyo del gobierno central, dado los problemas acumulados de una ciudad en expansión. 3ro. no podrá moverse a sus anchas como en la Cámara de Diputados donde manejaba un presupuesto de casi cinco mil millones anuales, frente a los 1,800 millones en el Ayuntamiento. Sin contar que el Ayuntamiento de Santiago requiere más y mayores realizaciones que la presidencia de los diputados. Cosa que no se logra con discursos, lo único que le va quedando a Fernández.

 Todo esto se agrava cuando se tiene de frente a un adversario implacablemente meticuloso. El Presidente Danilo Medina es del tipo de dirigente político que emplea con precisión el arte de mandar. No descuida ningún detalle para imponerse. Aunque tenga que echar mano de la alcancía pública para lograr sus objetivos.

 

 

Si Leonel Fernández tiene las lágrimas hondas, le sugiero que empiece, otra vez, a llorar temprano. Ya el Presidente Danilo Medina picó alante-alante, retomó las visitas sorpresas y, en ésta semana, aparecen vallas promoviendo su reelección para el 2020.