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Opinión | César Pérez

Las coyunturas como la presente, de un poder centralizador y abusador, provocan un generalizado sentimiento de unidad inicialmente instintivo que deviene más racional al discutirse la forma de cómo llegar a ella. 

Debilitadas las justificaciones y a veces las reticencias para establecer unidad con determinados sectores para enfrentar la inevitable próxima fecha electoral, aparece ahora una peligrosa diferencia sobre los tiempos en que eventualmente ésta se haría con esos sectores.

Toda política unitaria responsable implica valoración de las condiciones en que se haría la unidad y de los sectores con quienes se tejería. Eso requiere tiempo, discusión y consultas intra y extra grupal. Sin embargo, el significado del tiempo para las direcciones partidarias o grupales no es igual al de la población no orgánicamente militante, la cual es la receptora clave del mensaje de unidad y a la que hay que movilizar para el éxito de cualquier táctica política.

Algunos hablan de unidad en una segunda vuelta, pero esa segunda oportunidad difícilmente se presentaría si a ella se asiste con el pasivo que representa una incapacidad de integración de la población a la política, a la que se le suma el incuestionable activo que representan las ventajas del candidato a vencer, debido al uso de la prácticamente totalidad de los recursos materiales disponibles para competir en este desigual torneo electoral, 

La dispersión de la intención de votos o la sumatoria de esa dispersión, en nada contribuye a disminuir la intención de voto para el candidato percibido como ganador, todo lo contrario, fortalecería esa percepción. Esta es una elemental regla del comportamiento electoral de la gente. En tal sentido, restar voto a ese candidato dividiendo el voto opositor es un sinsentido matemático, político y electoral. De por sí, la suma de los votos de la oposición que resultaren de la unidad de sus siglas no potencializa sus posibilidades, pero, lo que sí potencializa es la subjetividad, el entusiasmo en la población que provoca el sentimiento de que se es más porque se está unido.

Hay que hacer conciencia del grado de inmovilismo y de repliegue a los espacios privados que existe en la sociedad dominicana, romper ese lastre requiere consistencia, ilusión e imaginación política que no pueden estar sujetas a los cálculos futuristas de las tácticas particulares de los partidos, sino a la urgencia o subjetividad de la población demandante de unidad, a la cual sólo propuestas claras y formas viables de articulación, podrían concitar su interés de participación activa en la presente coyuntura política.

De persistir en la riesgosa posición de que cada quien vaya por su lado a las elecciones, podría intentarse un proceso unitario de escogencia de candidaturas municipales y congresuales de toda la oposición, de personas representativas de sectores sociales, productivos e intelectuales de reconocida solvencia. Explorar la posibilidad de que en determinadas localidades las candidaturas sean unitarias para restar votos y elegidos al bloque de la indignidad, al tiempo de abonar las condiciones para una unidad con posibilidades en una eventual segunda oportunidad.

Es lo mínimo que puede hacerse. También para que la presentación de muchos impresentables no allane el camino de los candidatos del oficialismo.