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Opinión | Maximiliano Dueñas Guzmán

La inmensa y profunda resaca pública en Estados Unidos  de la masacre de veinte niños y siete adultos en el pueblo de Newtown, Connecticut  señala que esa matanza estremeció un nervio ideológico en la cultura del país. Una exploración del comportamiento de los medios de comunicación —tradicionales y nuevos— durante la masacre y resaca nos permite evaluar el desempeño de éstos como actores y escenario del debate ideológico en torno al control de venta de armas de fuego en Estados Unidos.

 

Un elemento de trasfondo: la historia de la segunda enmienda en la Carta de derechos de la constitución estadounidense ha sido la gran ausente en el debate que se ha dado en los medios sobre el control de venta de armas de fuego desde que ocurrió la masacre en diciembre. En esta enmienda se afirma el derecho a portar armas en el contexto de la necesidad de seguridad colectiva (definida como el servicio militar): “Siendo necesaria para la seguridad de un estado libre una milicia bien organizada, no se coartará el derecho del pueblo a tener y portar armas”. Al redactar la Constitución de Estados Unidos en el siglo 18, los revolucionarios estadounidenses usaron la tradición  de derecho natural inglés como parte de su fondo intelectual. Y en esa tradición, el derecho a portar armas se estableció como parte de los derechos ciudadanos en el siglo 17, pero también con una razón de ser colectiva: la necesidad de  proteger a grupos de ciudadanos contra las arbitrariedades y tiranía del rey.

No fue hasta el siglo 21 que el Tribunal Supremo de Estados Unidos redefinió el propósito de la segunda enmienda para acentuar la portación de armas de fuego como un derecho individual. Para la mayoría de los nueve jueces de este tribunal, tanto la segunda frase (“no se coartará el derecho del pueblo a tener y portar armas”) como la historia justifican una interpretación de que la enmienda “connota un derecho individual a tener y portar armas”. En su disentimiento, el juez Stevens afirmó que históricamente “se había entendido que las legislaturas podían reglamentar el uso y abuso de armas de fuego siempre y cuando no interfieran con la preservación de una milicia bien organizada. El anuncio por parte del Tribunal de un nuevo derecho constitucional para portar y usar armas para fines privados ha desestabilizado ese entendimiento histórico”1.

El caso fue llevado ante el Tribunal Supremo por el Cato Institute, con argumentos que vinculan la portación de armas con el individualismo, una de las doctrinas principales de la ideología neoliberal que predomina en Estados Unidos. Además del individualismo, el Cato Institute se destaca por promover otras doctrinas centrales del neoliberalismo, como la reducción del gobierno y el mercado libre.

La construcción de noticias en un mercado libre: Irónicamente ese mismo ideal de mercado libre tuvo un destacado papel en la cobertura mediática de la masacre. La competencia descarnada—esa virtud del mercado libre—entre decenas de medios de comunicación por cubrir la masacre en el pueblito de Newtown (población 1,945 habitantes) desató una recriminación generalizada a los/as periodistas. Cuatro días después de la masacre, los residentes, hartos de los centenares de periodistas que abarrotaron los vecindarios, parques, comercios y funerarias locales, le pidieron a los medios que abandonaran al pueblo. Según el Huffington Post, a través de todo Newtown se veían rótulos de “no media”;  a un reportero de la BBC le imploraron que se fuera del pueblo; y aún un mismo reportero expresó sentirse sobresaltado por el impacto del “periodismo de manada” en el pequeño pueblo. El Newtown Bee, el  periódico local, imploró a través de Facebook, a todos los/as periodistas para que dejaran a las familias enterrar sus hijos/as en paz. Hasta sectores de la derecha—los abanderados por excelencia del mercado libre y la competencia—expresaron su indignación ante la crudeza de la competencia entre periodistas. En Americanpower, un blog que tiene como lema “Velamos a la izquierda comunista para que usted no lo tenga que hacer”, se resaltó la siguiente observación sobre el comportamiento de los medios en Newtown: “De lo que se trata es de ser el primero, ganarle a otros medios, y así destacarse. Es una mentalidad macabra que atiza la controversia y la violencia—para fines mercantiles”.

Por otro lado, el uso de nuevos medios y técnicas digitales en la construcción de noticias ha agudizado la competencia entre las diferentes empresas de medios. La velocidad—bondad encarnada por el celular, Twitter y Facebook entre otros—por lograr la primicia, significa cada vez más una pérdida del valor de la confiabilidad como fundamento de la construcción de la noticia. Así en sus primeros informes,  muchos medios dieron el nombre incorrecto del presunto asesino. El nombre que dieron era el del hermano, y no fue hasta que éste protestó su inocencia por Facebook, que se hizo la corrección. Las primeras noticias también proveyeron información incorrecta sobre la conexión de la mamá del asesino con la escuela donde ocurrió la masacre, sobre la forma en que él entró en la escuela, sobre la cantidad de personas que estaban disparando contra estudiantes y maestras y sobre la cantidad de víctimas.  Muchos residentes de Newtown y observadores de la cobertura también criticaron la forma indiscreta en que reporteros/as usaron Facebook y Twitter para buscar entrevistas con familiares de las víctimas.

A la luz de este comportamiento de los/as periodistas en la masacre de Newtown, un reportaje de la BBC cita a un profesor de periodismo para señalar cómo los nuevos medios han contribuido al deterioro de la confiabilidad en la producción de noticias: “Históricamente, los/as periodistas se han equivocado en asuntos claves de sus reportajes. Lo que es nuevo es la rapidez y facilidad con la que se publica información errónea. Es nueva la escala de error  que silenciosamente se está convirtiendo en aceptable entre los medios”. Según una periodista del Denver Post: “Más allá de los eventos conmovedores, de la muy necesaria discusión sobre control de la venta de armas de fuego, la tragedia de Connecticut puso de relieve la necesidad de discutir la ética del periodismo”.

Newtown como metáfora del sueño americano: Posiblemente una de las razones para la reacción tan profunda entre amplios sectores de la sociedad estadounidense a esta masacre es que Newtown encarna el sueño americano, el deseo de confort tecnológico sin pérdida del sentido de comunidad. Un reportero de USA Today, residente del pueblo, lo describe así: “un pintoresco pueblo como de una tarjeta de Hallmark o una pintura de Norman Rockwell….seguro y accesible económicamente, con escuelas públicas de alta categoría….donde el elitismo no tiene lugar y gerentes y trabajadores manuales comparten en las fiestas. Parece que todo el mundo en el pueblo hace trabajo voluntario con niños/as o causas nobles”.  Ausente de esta descripción idílica del reportero está el hecho que lapoblación de Newtown es 96% blanca y que el ingreso promedio anual es de $16,000 por encima del promedio nacional.

Agujeros en el fervor ideológico por el individualismo pistolero: La resaca de la masacre ha sido tan potente que muchos de los mitos comunes en la ideología estadounidense han sido agujereados en el debate sobre la reglamentación de ventas de armas de fuego. Hasta la reacción masiva a esta masacre se consideraba un sacrilegio no centrar el debate sobre proliferación de armas en el supuesto derecho de los individuos a comprar y portar armas.Pero el horror generado por la masacre logró un cambio. Poco menos de dos semanas después de la masacre, CNN, por ejemplo, publicó un reportaje sobre lo que caracterizó como una epidemia de homicidios con armas de fuego en los centros pobres (inner cities) de muchas de las ciudades grandes del país. En este artículo y muchos otros publicados a finales de diciembre y principios de enero en los medios estadounidenses, se cita al Informe del Children´s Defense Fund, Protect Children, Not Guns 2012. Entre los alarmantes hechos que destaca este informe están: en 2008 y 2009 la cantidad de niños/as en edad pre escolar que murieron a consecuencia de la violencia con armas de fuego en Estados Unidos fue casi el doble de la cantidad de policías que murieron baleados; de las muertes ejecutadas con armas de fuego entre niños/as y adolescentes, 45 % fueron niños/as y adolescentes afroamericanos a pesar de que son sólo el 15% de la población. Según datos recopilados en 23 países industrializados el 87% de las muertes de menores de 15 años baleados son en Estados Unidos. Además de las muertes, el informe también ofrece estadísticas sobre niños/as heridos por armas de fuego: En el 2008 y 2009, por  cada niño/a o adolescente que murió a consecuencia de disparos, hirieron a seis. El total de heridos en esos dos años subió a 34, 387, lo cual, según el informe, equivale a uno cada 31 minutos, 47 cada día y 331 cada semana. Esta cantidad de niños/as y adolescentes heridos sobrepasa por casi 2 mil la cantidad de soldados heridos en la guerra en Iraq (32,223) y duplica los 15,438 heridos en la guerra en Afganistán.

Además de la epidemia de infanticidios, otros temas han comenzado a ser resaltados en el debate. Se han comenzado a incluir elementos para un análisis más amplio sobre las posibles causas de la violencia—incluyendo la perpetrada con armas de fuego—, se ha comenzado a vincular la reducción de servicios sociales con el alza en incidentes violentos, a explorar las causas de la violencia social desde la perspectiva de la salud pública. Un mes después de la masacre en Newtown, once estados y el gobierno central de Estados Unidos estaban considerando nuevas restricciones a la venta de armas de fuego, según USA Today.

El consagrado mercado y la industria de armas: Si bien el mito ideológico del individualismo pistolero ha sido debilitado por el horror de Newtown, algunos observadores argumentan que la inmunidad mitológica del mercado en la cultura estadounidense y la hiperrentabilidad de la industria de armas impedirán una verdadera transformación que atienda la propagación de armas de fuego y la epidemia de infanticidios. Andrew Feinstein, autor del libro The Shadow World: Inside the Global Arms Trade, argumenta que la rentabilidad de la industria de armas estadounidense, tanto nacional como internacionalmente, es tal que el gobierno no tomará acciones para perjudicarla, sobre todo en época de estancamiento económico. Según datos del Congressional Research Service, en el 2011 la venta internacional de armas alcanzó los $66 mil millones y de esa cantidad el 75% correspondía a empresas estadounidenses. Para Feinstein, tampoco habrá una verdadera reforma que limite la venta de armas de fuego en ese país porque los cabilderos del National Rifle Association—la principal organización entre los sectores que promueven el individualismo pistolero—provienen de las mismas agencias gubernamentales que reglamentan la venta y uso de armas de fuego.

Cuando ocurrió la masacre en una escuela superior de Columbine, Colorado en el 1999, un Centro Observador de Medios en Berkeley realizó un estudio de cobertura periodística local y nacional del debate sobre las políticas de reglamentación de venta de armas. Según sus conclusiones la mayoría de los 170 reportajes analizados enmarcaban el debate ideológicamente para favorecer la libre venta de armas de fuego. Un reportero de la revista The Nation acaba de identificar indicios de un patrón similar en los reportajes del debate posterior a la masacre en Newtown. Dicho patrón está dramáticamente ilustrado por la más reciente portada de Newsweek, uno de los principales semanarios de Estados Unidos. Si los medios de comunicación no logran trascender los marcos ideológicos que han coartado el debate sobre ese comercio en Estados Unidos en las últimas décadas, entonces el fatal laissez faire con armas de fuego continuará.

  1. ambas citas pueden consultarse en www.supremecourt.gov/opinions/. Esta y todas las otras citas en que el original es en inglés, son traducciones mías []