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Columnista Invitado/a | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

Para ser un profesional de calidad  no vasta pasarnos la vida estudiando a diestra y  siniestra.  Durante ese proceso  es necesario nos apropiemos de los contenidos teórico-prácticos del proceso enseñanza- aprendizaje, así como también ampliar y fortalecer habilidades y destrezas necesarias para el desarrollo profesional,  y  reconocer la vocación social que tiene todo acto de formación. 

 ¿Por qué vocación social? 

Lo primero es definir el término vocación: Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la vocación es la inclinación a realizar una determinada actividad, a la cual, por demás nos vamos a dedicar por completo.

Todas las carreras profesionalizantes están concebidas para desempeñar una función u ocupar una posición que requiere responder ante necesidades específicas de la sociedad o del entorno donde nos desenvolvemos. 

Entonces las habilidades adquiridas durante el proceso de formación académica y la vocación que nos condujo  estudiar una determinada área, “independientemente de los beneficios económicos”,  es lo que nos conduce a desempeñar una labor apegada a principios de servicio y sensibilidad ante las dificultades de los demás. 

En definitiva, la vocación es tan transcendental  como la carrera que se ha decidido estudiar.

¿Por qué?

Aquí está la clave.

Elegir un área de formación  por el solo hecho que sea lucrativa o por los beneficios que nos pueda generar, trae consecuencias visibles y solo beneficia a sectores sociales que se inclinan más por las gracias que por la parte humana.

De aquí se desprende la cultura de las rebeldías sin causa, las luchas sin fundamento, falta de ideología o norte definido,  que sin lugar a dudas  se convierten en una interminable barrera contra el tiempo.

Una sociedad sub-desarrollada con carencias sanitarias, alimentarias y de seguridad notable, de acuerdo a criterios internacionales, y que no cuenta con una cuantía de riquezas, servicios o capacidad productiva  que supla las demandas de dicha sociedad, no puede darse el lujo de asumir y arrodillarse ante actitudes egoístas de quienes solo piensan en lo que les conviene.

En este tipo de sociedad, dicha actitud puede ser calificada como un crimen, falta de consideración y humanidad.  El hecho de tener que aplazar y en algunos casos, interrumpir la ejecución de actividades consideradas de gran necesidad para una población determinada, mientras la balanza se inclina hacia un solo lado. Esto no es equilibrio, no es respeto a la igualdad y derechos fundamentales universales.

 Poner en riesgo elementos esenciales para asegurar el bienestar de una sociedad, no es la forma más humana de lograr un consenso y lograr  lo que queremos.

Es claro, cuando somos capaz de ser empáticos  a las causas ajenas e intentamos buscarle solución, de inmediato se establece la diferencia entre lo humano, compasivo y  desconsiderado, impío e indiferente.

 Hacer un trabajo de calidad es más que técnica y teoría.

Ahora podrán pensar cuál es la importancia de la vocación en la formación académica profesional.  

Para mí es algo determinante. No es lo mismo cuando hacemos algo por cumplir o hacerlo porque nos gusta y nace del corazón.

Sin lugar a dudas, este componente influye directamente en la consecución de planes estratégicos de cualquier sociedad, país o institución. 

Por sobre todo, es siempre importante resaltar  que la vocación en lo que haces no sólo afecta la calidad de tu trabajo,  sino que incide en tu medio, tu entorno.   

En el futuro lo que te hará especial y diferente no es el solo hecho de tener éxito, también  el corazón, amor y entrega que has dedicado en el camino a ello.

Créeme, más de uno te lo agradecerá.