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Columnista Invitado/a | Maximiliano Dueñas Guzmán

En varios momentos durante la huelga del 2010 se evidenció que el movimiento estudiantil de la Universidad de Puerto Rico no tenía un solo centro. Hasta ese momento, el estudiantado del Recinto de Río Piedras había provisto la iniciativa y liderato en las diversas acciones del movimiento estudiantil a través del siglo XX e inicios del XXI.

 Pero durante la huelga del 2010, ese liderato e iniciativa comenzó a transformarse en la medida que el estudiantado de los otros diez recintos aportó significativas acciones y argumentos que definieron el carácter descentralizado de ese proceso huelguista. Ese mismo proceso de fortalecimiento del movimiento estudiantil fuera del centro riopedrense se evidencia en los paros que se han dado recientemente a través de diferentes recintos de la UPR. La ola de paros de este semestre académico no comenzó en el Recinto de Río Piedras.

El movimiento se inició en el Recinto de Mayagüez con un paro de 48 horas el 17 de febrero. Un mes más tarde fue que el estudiantado de Río Piedras realizó un paro de 72 horas a partir del 15 de marzo.

El 17 de marzo, el estudiantado en cinco de los ocho recintos pequeños —Cayey, Humacao, Bayamón, Arecibo y Ponce— respondió con paros de 48 horas. A finales de marzo y principios de abril, la iniciativa pasó a los recintos pequeños: el estudiantado de UPR Cayey decretó paro el 28 y 29 de marzo. UPR Utuado declaró paro de 48 horas el cuatro de abril.

UPR Bayamón se fue en paro de cinco días a partir del cinco de abril, y UPR Humacao paró por diez días a partir del seis de abril. Los reclamos del estudiantado en los diferentes recintos han sido sino idénticos, muy similares: la transferencia de los fondos que por ley le corresponde recibir a la UPR y la oposición a que la crisis fiscal del gobierno se resuelva a favor de los bonistas.

Este último reclamo ha tenido diversas interpretaciones, pero en el fondo veo el reconocimiento de la universidad pública como parte del país y el sentimiento de que los estudiantes tienen el deber de defender al país y de ser parte de las soluciones democráticas a la profunda desarticulación que estamos viviendo. ¿Crisis fiscal o crisis democrática? Uno de los eventos que ha definido el actual semestre y que posiblemente ha contribuido a la militancia inesperada del estudiantado, particularmente de los recintos pequeños, es el Informe de la Association of Governing Boards (AGB).

En este informe, se afirma descaradamente que el problema principal de la Universidad de Puerto Rico es uno de exceso de democracia. Así, se caracteriza a la UPR como presa de un descomedido diálogo democrático para entonces proponer un funcionamiento de mayor eficacia. Específicamente, en la página cinco del borrador de este informe se propone que el punto de partida de la reestructuración de la UPR debe ser que “la universidad conscientemente cambie su práctica actual de gobernanza, la cual destaca la conversación infinita, por una que vaya desde la conversación dirigida a llegar a una decisión, lo cual a su vez debe llevar a la responsabilidad por los resultados” (mi traducción).

De este modo, se crea una falsa dicotomía entre la conversación democrática y participativa, por un lado, y la eficiencia administrativa por otro lado. La falsedad, en parte, yace en que tal grado de democracia jamás ha existido en la UPR, institución asfixiada por la imposición de decisiones basadas en criterios político-partidistas.

Dado el desconocimiento craso de la historia de la UPR y el prejuicio anti-democrático por parte de los tres autores del informe, es lógico el poco valor que le adjudican a la histórica subyugación política-partidista de la universidad pública en Puerto Rico.

El ataque al supuesto exceso de democracia tampoco debe sorprender dada la ofensiva en contra de la democracia que han orquestado sectores de la derecha estadounidense a partir del 11 de septiembre del 2001. Esos derechos que históricamente han definido la democracia —como la libertad de expresión— tan defendidos, entre otros, por los revolucionarios que fundaron los Estados Unidos a finales del siglo XVIII, hoy han sido asediados a tal grado que hay quienes alertan que en el siglo XXI defender la paz se ha convertido en un delito.

Las críticas que diversos sectores de la universidad le han hecho al Informe de la AGB tienen paralelismos reveladores con los cuestionamientos que el estudiantado está haciendo a través de sus paros contra la imposición de una junta de control fiscal al país. Las justificaciones de fondo para esta junta, para esta mordaza a la democracia, son afines al argumento subyacente del Informe de la AGB: la eficiencia tiene mayor valor que la democracia.

La UPR vista desde los paros en el recinto de Humacao En los debates que se han dado en torno a los paros de este semestre se ha cuestionado la conexión entre el quehacer universitario y la crisis fiscal.

La formulación más común de este cuestionamiento ha sido, ¿qué impacto puede tener un paro en la resolución de la crisis fiscal del país? Confieso que yo mismo he hecho ese tipo de pregunta en los diálogos que han irrumpido en mis clases este semestre. Entre las respuestas más contundentes que he recibido está la que afirma que los estudiantes de la universidad pública tienen un deber particular con el futuro del país. En palabras de una estudiante, “profe, no podemos continuar el semestre como si el país no se estuviese hundiendo”. En diferentes entrevistas radiales hechas al liderato de los paros en UPR Humacao, la preocupación por la democracia ha sido constante. Las intenciones expresadas giran en torno a aumentar la movilización a las asambleas (aunque todas han rebasado el quórum oficial), a que la información sea compartida con todos los sectores de modo que las deliberaciones sean más robustas y a que todos quienes quieran expresarse lo puedan hacer.

En forma similar, muchos de los estudiantes en el campamento del paro de la UPRH han expresado sus inquietudes por fortalecer el movimiento nacional de los estudiantes y el contacto con los otros recintos pequeños. En las mesas de diálogo multisectorial, evento que se realizó a finales del paro de abril, se sentaron bases de trabajo solidario con sectores comunitarios y sindicales en la región oriental. Si vienen por ti en la mañana… Una de las pistas que nos permite explicar la descentralización en el liderato del movimiento estudiantil de la UPR es el hecho que los recintos pequeños son los que más han sentido los efectos de la crisis económica y la ofensiva neoliberal de la última década.

Por un lado, la proporción de estudiantes provenientes de escuela superior, de sectores más pobres, es mayor en los ocho recintos pequeños de la UPR que en los tres recintos grandes, Río Piedras, Mayagüez y Ciencias Médicas. Por otro lado, tanto el Informe de la AGB como el documento Cambio de Rumbo para dar Pertinencia a la Educación Superior en el Siglo 21, informe producido por una comisión nombrada por el entonces Gobernador Fortuño posterior a la huelga del 2010, coinciden en proponer la fusión o eliminación de los recintos pequeños de la UPR. En otras palabras, las primeras víctimas de cualquier reestructuración de la UPR, basada en criterios neoliberales, serán los estudiantes de los recintos pequeños.

Esto no niega, ni debe opacar, que las reestructuraciones que se están gestando tanto de la universidad como del gobierno central público perjudicarán a todo el país. La fusión o eliminación de los recintos pequeños será un golpe duro a los estudiantes de esos recintos, al sistema UPR y a las comunidades que albergan esos ocho recintos pequeños. Todos perderemos. Posiblemente entonces, el lema implícito en la ola de paros universitarios de este semestre es: UPR, once recintos, un país.

Fuente www.80grados.net