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Entre tú y yo… | P. Regino Martínez Bretón, sj

A nivel mundial se oye el grito de los  “migrantes”. Desde las Antillas hasta Norteamérica y Europa. Desde África, Medio Oriente…, fuentes de trata y tráfico por colonialistas, hasta la modernidad  hipócrita, burguesa, consumista, individualizada.

 Así llego a Guayubín, desmontándome de la modernidad y pateando el motor honda 70, que me rueda entre la gente empobrecida,  al Centro Comunal de Asomilin, a la reunión del Centro de Madre, de la Junta de Vecinos, a la asociación de migrantes, a la capilla comunitaria para celebrar la Eucaristía semanal. Para viajar a Santiago de los Caballeros o Santo Domingo están Caribe Tours o Expreso Liniero y en la ciudad están los conchos, moto-conchos y los pies; teniendo que hacer una parada en la esquina que venden frutas para desayunar o merendar para seguir zancajeando. Hay que olvidarse del reloj y salir con tiempo para llegar a buena hora. Acompañar al empobrecido “con y como” es nacer a un mundo que hemos venido viendo desde lejos, desde la seguridad protectora.

La primera tarea, al llegar al Centro Comunal Asomilin, es ordenar el archivo de cuatro gavetas. Poner cada papel en su sitio para poder encontrarlo cuando haga falta. Situar en las gavetas el listado de los socios, el control de la cooperativa, los papeles de educación y los documentos de identificación para la regularización: actas de nacimientos, pasaportes y listado de los socios y socias que no tienen sus documentos al día.

Para ir acercándome a la comunidad de Ranchadero, donde he pensado vivir, he participado en dos reuniones. La primera reunión fue muy agresiva, fui convocado por un vocero político de la oficialidad. Este señor ha querido destacarse como dirigente y se ha propuesto como candidato para Regidor y no ha podido contar con el apoyo suficiente para ocupar un puesto en el Honorable Ayuntamiento de Guayubín; pero tiene un control de cierto grupo que se benefician del programa de solidaridad, que reparte fundas de comida desde la oficialidad, una tarjeta con derecho a una cierta cantidad de dinero para comprar productos de primera necesidad en ciertos colmados. Esto, le da al dirigente que tiene control de dichas tarjetas cierto poder comunitario y usa a los beneficiarios según sus intereses personales y políticos…

 Hasta ahora, la relación directa que he tenido con la comunidad dominicana receptora de migrantes obreros haitianos ha sido puntual. He participado en algunas eucaristías que han programado los migrantes haitianos pero la comunidad receptora no participa o participa muy poca gente, a penas algunas mujeres del coro. Cuando la comunidad de migrantes tiene alguna actividad invita a la comunidad receptora pero no asisten. Hay una distancia notable entre las dos comunidades: receptora y migrantes.

Una Cooperante llamada Esther Schnider, vino a Solidaridad Fronteriza por tres meses, e hizo una investigación precisamente tratando de buscar la raíz de ese distanciamiento entre esas dos comunidades: receptora y migrantes. Parte de las conclusiones fueron las siguientes:

“Dentro de las relaciones domínico-haitianas en la zona fronteriza norte de República Dominicana hemos podido distinguir tres fenómenos que, si están confundidos, pueden parecer como un racismo prolífero hacía el migrante haitiano. Cabe distinguir entre el maltrato y los abusos por parte de autoridades, la convivencia efectiva y los prejuicios entre ambas poblaciones muchas veces incitados por las elites y adoptados por grupos pequeños”.

 Cfr.: www.solidaridadfronteriza.org  Medios e Incidencia + Investigaciones.

Relaciones domínico-haitianas en la zona de impacto de Solidaridad Fronteriza

Esther Schneider Diplomada de Maestría en Derecho Internacional Público Universidad Paris 1/Panthéon Sorbonne.

Esta  realidad vivida en las comunidades receptoras y de inmigrantes obreros irregulares haitianos es un desafío de humanidad. No podemos contemplarla ni acompañarla desde las oficinas de una ONG o desde cualquier otra plataforma de servicio civil o eclesial…

Además, está la invitación y el ejemplo del Señor Jesús de Nazareth, que para salvar la humanidad, se despoja de los poderes divinos y se hace débil y solidario.