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Narrativas de hospitalidad y desarraigo… | Por Wooldy Edson Louidor, profesor e investigador del Instituto Pensar de la Pontificia Universidad Javeriana

Bogotá, 2 de marzo de 2015.En esta columna que alimentaré “desde Espacio Insular para el mundo”, me propongo tejer crónicas de hospitalidad y narrativas de desarraigo que han marcado nuestra región de Latinoamérica y el Caribe.

 Sin temor a equivocarme, afirmo que los diferentes grupos sociales que conformamos esta bella región geográfica, somos fruto del desarraigo.

Las negritudes, provenimos del alma mater África, de donde nuestros ancestros fueron arrancados de sus raíces,en el marco de la trata negrera y la colonización,para ser llevados al nuevo continente-exilio. Bob Marley llamaba este proceso doloroso “exodus” (éxodo) que significa en su etimología griega (compuesta por ex= fuera y hodos= camino) el encontrarse o perderse fuera del camino. Desarraigo, para las negritudes, es a la vez un desorientarse doloroso y una búsqueda creativa del camino o de la tierra dentro de nosotros mismos, en el exilio interior, a través de nuestra imaginación.  Los negros, cantamos y bailamos este desarraigo; los pies bailarines buscan a tientas y de manera rítmica el camino bajo la tierra..

Los mal llamados indios se encontraron de un día para otro viviendo en una tierra que ya no les pertenecía sino a los reyes de España, según el dictado del heredero de San Pedro en aquel entonces, cuando la cruz y la espada iban juntas. Los “indios” fueron desarraigados de sus propios territorios. Desarraigo que ha implicado a la vez la ruptura de su mundo, del mundo de los sabios y sus remembranzas a través de sus mitos, cuentos y narrativas que les han asegurado la perpetuación de su territorio, la permanencia de sus orígenes y la pervivencia de sus dioses y sus costumbres milenarias.

Los españoles, cuyos padres llegaron en la Conquista y que nacieron en el nuevo continente, tuvieron que asumir la marca de la tierra, que les hacía inmediatamente inferiores a sus compatriotas de la metrópoli, a pesar de compartir la misma sangre y el mismo origen. Los criollos, mestizos, mulatos y toda la descendencia de los españoles emigrados a América vienen sufriendo de la tragedia de tener sangre española en sus venas, pero sin poder acceder a los mismos derechos y reconocimiento que sus padres o ascendientes españoles.

Los campesinos, que antes de las independencias latinoamericanas y caribeñas eran simplemente negros, indígenas o incluso blancos que trabajaban la tierra con sus propias manos, lucharon en contra de las metrópolis (española, francesa, portuguesa, británica, holandesa, etc.). Bajo la condición de ser reconocidos como propietarios de la tierra porque ellos la trabajan. Los campesinos nunca han alcanzado la titularidad plena de la tierra, por lo que su reivindicación fundamental desde México hasta Argentina sigue siendo la tierra, con todo lo que implica de dignidad y justicia para un campesino. La identidad de los campesinos es un crisol de identidades fraguadas por las subjetividades negras, indias, criollas, blancas, mestizas, etc. ¡Una identidad arco iris!

Definitivamente el desarraigo es lo propio de nuestra región. Narrar las distintas expresiones del desarraigo implica desentrañar las condiciones de génesis y evolución histórica-estructural de nuestra región, la más desigualdad en el mundo y la que ha visto explotar al mismo tiempo un gran plexo de movimientos y acciones de subjetividades negras, indias, campesinas, migrantes, femeninas, homosexuales, etc., que enfrentan decididamente las consecuencias históricas del desarraigo y sus múltiples injusticias socio-estructurales. 

Contar la hospitalidad  que se ha dado en la región es también una manera de decir que el desarraigo no ha ganado la victoria. Las crónicas de la hospitalidad nos permiten visibilizar los nexos entre las luchas sociales que se han dado desde las guerras de las independencias hasta hoy día. La hospitalidad es esta gran capacidad de encontrarse con el otro, acogerlo y actuar junto con él para construir relaciones sociales, una región y un mundo cada vez más justos.

La hospitalidad es el fundamento de la solidaridad y el punto de partida de las subjetividades que, conscientes de las injusticias y desigualdades de las que son víctimas, deciden entrelazar sus reivindicaciones haciéndolas “isomorfas”, con la finalidad de exigir que se haga justicia a la realidad que somos como región, es decir: a las diversidades, diferencias e incluso contradicciones que somos, las subjetividades “otras” (o “alteridades”), en esta unidad geográfico-continental América Latina.

Espacio Insular hace la gran apuesta de construir una comunicación alternativa que se ha venido perfilando como un espacio “otro” en el que las opiniones, reivindicaciones, incidencias políticas, visiones de la isla, de nuestra región y del mundo “otros” tengan cabida. Es una apuesta por construir una República Dominicana “otra”, una isla “otra”, un Caribe y América Latina “otros”, un mundo “otro” desde una comunicación “otra”. 

Mi columna “Narrativas de hospitalidad y desarraigo” asume plenamente esta apuesta y la alimentará desde las crónicas de la hospitalidad y las narrativas del desarraigo en nuestra isla plural, nuestra región caleidoscópica y nuestro mundo multicolor en el que deban caber todos los mundos reales, posibles y alternativos.